domingo, 19 de diciembre de 2010

Azucarillos

Estaba tumbada. Y al tumbarse al lado, y ver a qué sabe el silencio… Al simple estar, besando y mirar a los ojos y lo notas. Un fugaz destelleo que se disuelve. La voz que dice A mí me gustaría estar aquí, pero las cosas son complicadas. Y perturbadoramente su voz es eco en la habitación de tu cabeza, su voz son pinturas que tienen un sentido. Me gustaría estar pero correas tiran de mí hacia atrás. Perro malo, ahí no. Personas no. Mundo no. Tumbarse es el estado último, y mil pensamientos así. Oh, y si quieres venir ven, si no no pasa nada. Si va a ser lo mismo, amor. Aquí y allá. Aquí al menos hay silencio. ¿No se está así bien? Obviamente nos inhabilita. Para lo útil y práctico en el mundo del bienestar bienestante claro, pero otros caminos. Caminos de bosque, y si quieres probar suerte. Suerte de qué. ¿En el espíritu? De un remolino de viento puede salir un avión, pero mon amie…eres lo que eres. La misma serpiente.

Y ella está ahí, de nuevo. ¿Estaba? No me acordaba. Así que esto es su cabeza. Fetal y fatal. Mil páginas así, la odisea del hombre contemporáneo. Individualidad y fondos de gestión. Esto me da miedo, amor. Y precisamente cuanto más miedo, más me daba ella la mano. Más era yo y ella. Cuanto menos todo lo demás. Como tú. Irrelevante. Ven, mi amor, al blanco y el azul oscuro. La brisa. Ven, amor, a la posición fetal conmigo.

He cambiado de opinión, dice. No da igual que estés. Quiero que estés. Quédate. Tú puedes no ser el mundo, si quieres. Quédate. Como en la canción. Yo te inventaré palabras locas que tú comprenderás. Que tu comprendra. Jung decía, decía…este hombre y su hija comparten el mismo torrente mental. Sólo que él lo puede convertir en libros. Pero ella… The Wild Lucy. Y de repente ella me empuja y todo es extraño. Las cosas dejan de ser fetales y fatales con el mismo peso, y se difractan. Y es coger primero la mano para acercar y abrazar. Y aunque estemos en el país de las maravillas, confiar en que las películas tienen razón. En que eso calma a las mujeres. Shhh, shh. Volvamos al mundo, te parece? Bien. Pero como decía…aún estando aquí, estás lejos. Y el problema no es que no te quiera. Es que no te recuerdo.

Y lo decía así, susurrando, y se quedaba en el aire.

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Ne me quitte pas - Jacques Brel

Y una cosa sin importancia.

martes, 7 de diciembre de 2010

Retire contenido

Mmm. Capuccino, sí, mejor hoy capuccino. Sólo me faltaba amargarme el gusto también. Panda de hijos de puta. Vienen del instituto que no les han dado ni dos tortas y claro, aquí gilipollas perdidos. Espere producto. Y te sale una barrita, qué gracioso, parece que me lo estoy descargando. Mmm. Es que es eso. Luego les haces así y se achantan. Pero claro, no puedo. No puedo ni coger e irme de clase cuando me tocan los cojones y paro la sexta vez ya. Luego te vienen del rectorado diciendo que no juegues. Ellos juegan, ellos. El examen, sí, ya veremos qué risa les da.
En fin. Mmm.

Y encima las chicas de la fila esa que parece una fiesta, que no sabes si vienen a dar clase o de copas. Maquilladas como una puerta. Jeje, siempre me ha hecho gracia eso. Y las piernas al aire, por dios, no tienen frío? O cuando llevan medias, quién sabe cuánto hace eso. Retire contenido. Mmm. Pero qué mierda. Qué mierda de veras. Un dedo de leche, otra vez la máquina así. Mira da igual. Si hubieran sido así en mi época. Dios da...como era lo que...dientes a quien no sabe qué morder ni cómo. Qué bueno era. Medio calvo. Allen. Pero se ha quedado aquí, como todos. En lo que quieras, pero el mejor, decía papá. Te dicen todos oh..de universidad, y es la misma mierda en casa y en todos los... Míralos qué animados salen. Ahora al bar de quintos y ea, no pegar palo al agua. Mmm.

Cómo se llamaba... Marla, sí. Fea, pero una diosa. La noche aquella media hora hablándole en el bar, que me quedé a media distancia para que no oliera el sudor de los nervios que llevaba. Luego dijo que era lo que más le perdía. Bueno, lo que más... Y cuando me abrazó desde atrás y empezó a. Dios. Sentados. La oreja, qué ruidos hacía con lo de la oreja. En fin. Cuánto tiempo...
Y dicen que ahora están informados. A saber qué mierda hacen. Mis cojones a que no disfrutan ni la mitad. Disfrutar, qué coño van a disfrutar. Todo jiji, jaja, y no saber nada de nada. Cuanto mejor peor. Cuanto peor, mejor. Si será verdad. Ahora en serio...

- Profesor, va a pedir algo?
Mmm.
- Eh?

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Echos de France - Django Reindhardt
Y si a alguien le apetece Bach, pues Bach.

martes, 30 de noviembre de 2010

Ponerse a pensar

Tim necesita una mascota para su nueva casa.
Ha pensado en un gato negro y delgado,
silencio cruel que le recuerde sus bajezas.
O un perro alegre, un poco ruidoso, marrón claro,
que se lance con él al suelo, a reír y olvidar.

Le es imposible decidirse, imposible.
Tal vez viva solo y ya.

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Mayfair -Nick Drake

lunes, 8 de noviembre de 2010

10. Overdose

Aquí yace D.R.V.
Chico extraño y alienado.
Que a los 14 se reía de los que se mataban
A consciencia o sin ella, Y a los 20; puf.
Cayendo desplomado, nadie supo de él.

Encharcado en papeles,
Prácticas de firma,
Demencia acelerada,
Imprevista.

La curiosidad mató al gato,
Quien te ha visto y quién te ve,
La confianza da asco,
Y tantos otros refranes.

Al final, la nada
Tan prematura
Y cruel.

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Das Ende.

9. Error

Llueve, llueve,
En la calle se hace un río.
Es miércoles o martes.

Se sabía la casa de pe a pa,
La música de los músicos,
Los colores coloridos.
Se aburría, se aburría
Se aburría y pensó:
Por qué no subir al ático
Craso error.

Puesto que subió escaleras,
Escalerilla, lamparita,
Y los cadáveres de trece niños
Con cubos de metal en sus cabezas
Y un enjambre de cien moscas vibrantes
Le dieron su peor sorpresa.

De pronto entra en consciencia:
Él es una persona, en el mundo hay una lógica.
Y no sabe qué hace allí. Allí.

Al huir entre gritos,
Un cubo en la mesa de la cocina
En la ventana, en el techo.

Sale despavorido a la calle,
Donde vivos colores inertes le ayudan a esperar sin esperar,
Estar teniendo ganas de gritando que escapar
De donde se ha ido a la idea de escapar,
Es cosa extraña. Aún llueve.

Se hace de noche y se duerme,
O algo así.

domingo, 7 de noviembre de 2010

8. Alicia

Una galleta dice cómeme
Pero él no se siente Alicia.
Piensa en qué sentiré
Cuando todo sea como un cuadro.

Pero sin querer queriendo
Le da un mordisco
Y el azul es verde,
El frío es líquido.

Azules, son verdes,
Frío se siente líquido,
La aguja, que cae,
Suena a un cañón.

Como cambiar el tablero,
Cambiar las ventanas, o las gafas,
Y decir apeteciblemente:
He cambiado el ventgaflero.
Nuevo producto químico,
Nueva forma de vida.

Siendo así, todo como en Alicia,
Por qué negarle al río
Su condición de acueducto.

sábado, 6 de noviembre de 2010

7. Recuerdo

Mientras, en algún lugar,
A pesar del mundo y su ji ji, ja ja
Alguien se pregunta dónde estará
Chico tren, chico parque,
Chico piensamucho.
Qué hará.

Lo piensa un rato,
Y luego lo olvida.

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One of these things first - Nick Drake

viernes, 5 de noviembre de 2010

6. Firmar

Clic-Clic. Se despertó Joven
Al sonido boligráfico.
Y era mangaslargas,
Encharcado en papeles.

Esperando, a un lado,
a un suave despertar.
Y a contarle que hace falta firmar
Para seguir viviendo allí.

Mas Joven tiene sus dudas,
Y empieza un debate aclaratorio
Por qué habría de ser bueno.
Por qué malo.

Piénsalo bien;
no hay nada que echar de menos
Allí.

Implicitando que de volver; nada.
Recuerdo cómo volver, decía.
¿Cómo?
Todo recto vinimos.
Mas los caminos fáciles
Siempre parecen rectos.

Echar de menos
Ojos manos alientos
Crujidos gritos
Y giros que hagan que…

Allí no hacía falta firmar nada.
Así les va, querido. ¿Firmas o no?
Yo te lo dejo aquí.

Joven, tras pensarlo cuatro lustrosegundos,
Firma y lo deja bajo la puerta.
Es decir, no como hacia fuera de casa, sino ya
De él
Al mundo.

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Pasión de San Mateo, Coro final - J.S.Bach

miércoles, 3 de noviembre de 2010

5. Chico Molestia

Y cuando ya estaba acostumbrado
Al eco de su hay alguien ahí,
Repicaron pasos en la entrada
Y apareció Chico Molestia.

Originalmente no llamado de ninguna manera
Pero esta una larga historia es.
Le invita a comer en su propia casa,
Fíjese usted el disparate.
Y se va a la cocina, pero no habla.
Los cafés son corteses y están en silencio.
Si lo piensas, mejor así.

Costaba entender su lengua
Y recordar sus frases.
A veces el empeño lo es todo,
Otras ni la mitad.

Pero al decir la palabra prohibida,
Que otro diría; pues qué tontería,
Se puso a llorar.

Mas dijo que no pasaba nada.
Y le invitó a no repetirlo.
Por qué hacerle feos a un primerizo
Confesor educado.

Se puso a llover,
Los cristales se empañaron.
Los llevó a las pocas ganas
De hablar.

No has sabido administrar
la elegancia del secreto.
Cogió el sombrero
Y abrió la puerta.

Se fue sin dar pistas de si volvería,
O de si seguiría viviendo, incluso.
Joven no supo por qué pensó eso último,
Pero lo hizo.

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Personal Jesus - Lisa Hannigan (Depeche Mode)

viernes, 29 de octubre de 2010

4. Paseo

Estando aturdido en el sofá,
Echado, pensando en no pensar,
Las piernas sí piensan;
En echarse a andar.
El camino de baldosas
Y los buzones vacíos.

De noche todo está perfectamente azulado,
Auras edulcorantes
Con las que hasta la respiración
Resulta dulce, agitada.

Brisa suave, suave.
Yo he visto ese árbol
en algún lugar.

Las casas conservan los juguetes de niños
Que no se sabe si existieron.
De noche uno parece que los escucha,
Uno escucha muchas cosas.

De hecho, al volver,
Músicos translúcidos
Tocaban jazz en el salón.
Y aunque no estuvieran ahí,
Bailar si lo quería era un dibujo.
Siendo así, Joven da vueltas en el salón
Las manos cogiendo aire revuelto
Y tralarí tralará

Joven no sabe quién le habla,
Pero escucha con certeza:
Aquí hay gente si quieres
Si lo piensas con mucha
Mucha fuerza.

Se vuelve a echar en el sofá
Con una sonrisa extraña:
Aquí no hay tele,
Ni falta que hace.

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Prelude en D menor - J.S.Bach

3. Llegada

Sus palabras suenan a vendedor,
y ciertamente lo es:
Vende una casa en la que vivir.
El barrio está vacío
Pero dice mangaslargas sonriente:
Tranquilo, están por venir.

Y estallando de expectativas,
Joven abraza el árbol y la farola
Y todo lo bonito de su nueva casa.
Es un día de sol y la hierba crece
Sin pinchar como allí.

Míralo todo, mira.
Así mangaslargas le va haciendo
entrar al salón con sus largos dedos.

Yo he visto ese árbol en algún lugar.
Las sombras son verdes
y el sol tan claro
que puede mirarse
directamente.

No duele mirarlo
como allí, allí.

Imagina qué bonitos atardeceres
y noches y mañanas.
Aquí. Aquí.

miércoles, 27 de octubre de 2010

2. Lo inesperado

Y en plena luna nueva,
Luna vacía, luna que no,
Apareció el hombre de mangas largas,
los dedos huesudos, largos,
casi artropódico y
de sonrisa extraña.

A través de la lluviosa ventana,
Zumbando, lanzado, golpeando con un palo
y parándose en los rincones oscuros
de la habitación.
Parando en un poste de cama
Como un águila de carroña, amable.

Y le arrastra moviendo los dedos
Como un titiritero, obvio y fugaz.
De un salto a la cama y afuera, afuera.

El hombre de las mangas largas
lo lleva a otro lugar.

Justo A tiempo

lunes, 25 de octubre de 2010

1. Lo esperable

El niño hace las preguntas que duelen al hombre adulto
Con una voz aguda y de simpleza.
¿Por qué no ponen más asientos en los trenes?
Mientras juega a pisar la línea amarilla.

El niño quiere acostarse tarde y vivir en el parque
pero sus padres tienen trabajos importantes
que sujetan los pechos del mundo.
Y duermen, seguros, en ladrillos.

En escuela sólo enseñan tonterías.
Los inventos son ahora ingeniería.

El joven tiene asuntos pendientes
Para con la madre naturaleza
y la cabeza de sus semejantes.
Por suerte hay tiempo.

Pero el joven se da cuenta
Del trabajo que requiere
Decir cosas
Y pensarlas.

Los hombres son ahora
Piedra
y tiza.

--
Bienvenidos al principio de algo.
Formspring

miércoles, 13 de octubre de 2010

Gofre

Me detuve delante de aquella tienda, dulces Nora. Sobre el cristal se exhibía un pequeño cartel. Gofres 1,20€. En A-4 impreso y una foto ruda, cruel ilusión la de los primerizos comerciantes. Jamás entendí cómo sobrevivía ese tipo de tiendas, vendiendo cosas de cinco y diez céntimos. Bollicaos y demás, ya...pero no sé. Con los años las ves cerrar, cambiar de dueños...

En el bolsillo tenía 1,45€ en cuatro monedas, y aunque hacía un tiempo ya que no apreciaba el dulce, la barriga me empezaba a doler. Había pasado dos horas con ese absurdo amigo y tener que pensar respuestas a todo me bajaba el azúcar. Sí, esto. Claro, aquello. Uno de los 5 artes de las geishas, decían.

Entré y vi que la tienda era bastante pequeña, tenía a ambos lados los pequeños cofres transparentes con chucherías de colores, y en una vitrina dulces elaborados a mano que eran más caros. Detrás del mostrador había una chica muy guapa con aspecto nórdico, y el que debía ser su novio o marido sentado a un lado, leyendo una revista. Estaba todo cachas.

Al preguntar a qué se refería el cartel, me enseñó un gofre precintado y me explicó que lo metía al microondas y luego le echaba el chocolate. Me vi decepcionado, porque esperaba que fuese natural. Tenía una voz muy dulce, y se le notaba el acento. Yo no sabía que decir.
- Te lo pongo? -preguntó.

Era un asco y casi ni tenía ganas, pero por alguna extraña razón le dije que sí, que bien. El microondas sonaba y ella canturreaba unas notas, mientras yo miraba un poco alrededor. Hacía años que no tomaba chucherías porque no me gustaba la idea de tener ese plástico en la boca. Podía hacer una excepción con la mora, porque me pierde la mora, pero jamás de los jamases un chicle. Me pareció que un momento me había mirado fugazmente. El microondas pitó y la chica sacó el gofre con una servilleta, para ponerlo en el mostrador. Al lado dejó el sobre con chocolate.

- Te caliento más? - Preguntó en su mejorable español. Se había apoyado en el mostrador y los brazos le entreapretaban los pechos. Noté mi cerebro cortocicuitarse como una placa con chips. Su novio sentado al lado, rubio también. COmo en, en...no sé. Russian teen couple hot sex. Qué me pasa.

- No, no hace falta - dije con la sonrisa de modestia.
- Te pongo el chocolate?
Me costaba entender las preguntas, como la escena de Humbert en el hotel, o cuando los nacionales me pillaron con aquello. El más joven era un cabrón. No importa. Dejé las monedas, cogí el gofre con las servilleta y la bolsita de chocolate encima y salí a la calle.


Era un día cálido para ser Octubre. Hacía días que sentía el rededor acelerado, la existencia entumecida. Tal vez me había pasado. Desde cervantes, que muchos escriben así. Y antes imagino, si no de dónde sale toda esa mitología. Hay quién dice que C. era más libre en prisión vomitando el Quijote que el resto de España. No no, españa no, castilla? Lo diría algún gilipollas. Repartí el chocolate descompensadamente, para luego apañarlo según mordía. ¿Eso estaba mal? Gerundio de posterioridad. Ah no. Para luego. Un cuadrado con un poco de chocolate. Dos vacíos más uno con mucho.

Y según caía el dulce vi a aquellos dos jóvenes sentados en el banco. Con manga larga cuando aún hacía calor, y ella unas bonitas gafas rojas. Una mujer gorda con un pantalón de extrachándal pasaba a mi derecha, mientras que unos pasos atrás un viejo con gabardina aceleraba el paso. Míralos ellos, qué bien todo. Bienamente, buenamente. Mi respiración aún estaba agitada.

Aunque no tenía ninguna razón para pensarlo, su cuchicheo alegre y la mirada pasando de una persona a otra y a mí, me hizo creer que jugaban a reírse de las personas que pasaban, como en Annie Hall. Por qué no iban a haberla visto. Ahora muchos leen, y ven pelis y todo eso. Todo subculturales ellos, que se conocen y todo, si hay suerte.

Di un mordisco en una punta al gofre. Sabía a plastico recalentado. Nisiquiera tenía ganas de eso. Asco de vida. Me di cuenta de lo gilipollas que resultaba para cualquiera que me viese, fijándome en eso. El concepto de. Gilipollas. Estaban en un apartado parque, tan bonito. Debían tener dos años menos que yo. Seguro que paseaban por la noche y luego tralarí tralará. Eran ellos, y a parte, la ciudad.

El mundo está lleno de terceros en discordia. Y lo que me fastidia no es su desgracia, sino la necedad ególatra de los otros dos. Sam, ese negrito sonriente de Casablanca, tocaba As time goes by al piano mientras que Boggart y la rubia enblanquinegrecida hacían como que sus vidas nos importan dos leches. Porque los negros no lloran, no follan. Los negritos sonríen y tocan el piano. O te cultivan algodón, si no saben. Bueno, en esas pelis nadie folla. ¿Le practicaría Lauren Bacall sexo oral? Dios, vale, vale, ya.

Me sentía absurdo al masticar, hasta por el simple hecho de caminar. Sentía una fuerte verguenza, infantil e indescriptible; me sentí aliviado cuando giré la esquina. Aún habiéndolos pasado, se me quedaba en la cabeza la imagen de esos dos. Eran una bonita pareja. Tiré el medio gofre que quedaba a la primera papelera que vi. Pensaba en ir un poco más lejos para llegar a donde las bicis comunitarias y volver a casa con una, pero se me habían quitado las ganas y me di la vuelta para llegar a pie.


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De mayor quiero ser Hal Hartley.
Formspring

lunes, 4 de octubre de 2010

Infantiloide quién.

Lo que me gusta del invierno
es dejar que entre el frío
y taparme con las mantas.

Ya escribo como ella;
ahora quiero 1200 seguidores.


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At the chime of a city clock - Lisa Hannigan (Nick Drake)

viernes, 24 de septiembre de 2010

Extraño adiós

El cuerpo de nuestro único buen amigo, si es que eso existía para nosotros, yacía inerte al otro lado del cristal. Dani y yo lo mirábamos inexpresivamente, tal vez esperando encontrar unas palabras. Sólo se escuchaba el ventilador en la esquina, emitiendo un ruído monóntono y que casi no aliviaba en aquel horrible agosto. Di un pequeño sorbo al vaso de plástico, arrugando las cejas. El café estaba demasiado caliente, aún.

- Es curioso que haya sido el primero en saltar. - dije, liberado tras tanto tiempo pensándolo. La respuesta se demoró, pero fue certera:
- Das muchas cosas por sentado.
- La eme con la a; ma, querido. Ni a los veinte, vaya.

Dani miró hacia la puerta, diez metros más allá. Sillas vacías a los lados, sólo. No va a venir nadie. Nadie más en el velatorio, siquiera la madre que, puede, estuviese por llegar. Es lo que tiene. Pero el entierro se llenará, eso sí. Al ser pequeña, era fácil llenar la iglesia de gente que ni lo saludaba por la calle, y a la madre luego lo siento, lo que haga falta, todo mierda.

Tenía las plantas de los zapatos todas destrozadas, debería comprar otras. Claro, está el concepto de fracaso. Fracaso en la vida; nosotros tres. Menos social de lo que algunos dirían, porque la vida un año y otro y otro...y no será por no intentarlo. Pero aún con todo éxito, para algunos.

- Veinticinco mil algemesinenses le han rajado los antebrazos.
- Qué dramático eres, Víctor.
Inadaptabilidad, desidia, remolinos a la nada.
- Y tantos otros cómplices. O mi culpa también. Qué puñetas, mi culpa.
- Déjalo. - me dijo, sin entender yo si había molestia en ello. Yo no hablaba por sentirme mal, o culpable, simplemente entendía necesario buscar razones. Aunque no sirviera para nada, encontrar el problema de la gente, así, como gran idea.

Nos quedamos callados un rato y miré el café. La funeraria era de un hermano de mi abuelo. El asunto familiar. De cobardes. Matar suicidarse papá mamá. Acelerador. Papá. Recordaba a papá con los ojos llorosos, sentado con un vaso de ginebra en la mano, apoyándose en las rodillas y explicándome: No lloro de pena, lloro de rabia, de impotencia. Fracaso en la vida. Concepto. Conceptual. Y le he dado algunas vueltas todo este tiempo, creo que almenos he conseguido una certera interpretación de lo que quería decir. Pero a saber.

- ¿Tenemos que ir mañana a eso? - preguntaba Dani, refiriéndose al entierro.
- Yo no pienso ir.
- ¿Y qué le dirás cuando te pregunte la madre, si te la encuentras?
- Que no me gustan estas cosas. Y qué coño, es verdad, a esto hemos venido porque querías tú.
- Era lo que teniamos que hacer,¿no?
- Supongo.

Me acercaba de nuevo el vaso a los labios, pero al darme cuenta de aquello me apresuré en el trago y dije en voz baja:
- Mierda, Dani. Mierda, mierda.
- ¿Qué pasa?
La madre de Roger se acercaba desde el otro lado de la calle hacia la puerta del velatorio. No tenía ningunas ganas de verla y tener que hablar con ella como si... como si algo.

- Rápido, vamos al váter. - le apresuraba.
- ¿Cómo que al váter? - para entonces él ya la había visto y sabía que me refería a ella.
- Sé que tú tienes hasta menos ganas que yo de hablar, así que métete y calla.

Le metí dentro cogiéndole la muñeca para luego entrar yo. Cerré la puerta silenciosamente. Estaba seguro de que no nos había visto, aunque por poco. Jamás he tenido vista para eso de los metros cuadrados, pero aquello qué serían, ¿siete, ocho? Tenía sus vateres de pared y encerrados, sus espejos y picas, lavamanos secamanos.

- Y ahora cómo salimos. Es decir, cuándo. - me inquiría él.
- Se fumará un cigarro y luego se irá, como hacía en su casa. - expliqué con cierto cinismo.
- No creo que pase así.
- No me líes ahora, Dani.

Estábamos encerrados. En el techo había una rejilla de ventilación; huir como en las películas de espías. No creo. Le di un sorbo al café, pero ahora que se había enfríado, descubría lo insulso que era. Agh. Esa máquina sólo tenía hasta nivel 4 de azúcar, maldito montón de chatarra. No tenía ganas de más y aún estaba por la mitad, por lo que lo eché en una pica. Debía estar atascada porque el líquido marrón se quedó ahí. Al intentar echar algo de agua sólo conseguí duplicar el volumen y que perdiera un poco de tono. Da igual.

Entonces me encontré con el espejo, inquisitorial. Los ascensores de los hospitales no tienen espejos; piensan en todo, los cabrones. Pero ahí me veía, con el pelo deshecho y el vaso de no-café en la mano. Y esos ojos. Era un oficinista amargado. Ya lo era, en potencia como decían algunos de estas cosas. Casi podía verme la corbata azul deshilachada apareciendo por arte de magia. Qué asco todo. Cuando la botella se vacía, no vale ya nada.

Habían pasado cinco minutos en los que no nos decidíamos por nada. Dani sacó su funda de harmónica del bolsillo y la abrió. Dentro llevaba uno de sus porros hechos de casa.
- Dios, ¿tiene que ser ahora? - le dije.
- Tranquilo, sólo huele a tabaco.
- Pero si alguien te ve eso...
- ¿Y si nos metemos ahí? - dijo señalando los cubículos con váteres.
- ¿Juntos?

Observé para intentar agudizar el ingenio. McGyver, películas de espías. Las puertas tenían el bajo de las puertas abierto, estúpida tradición de discoteca. Sólo que sin cosas escritas, sería grotesco ahí.

- Podemos...podemos fumar pasándonoslo por debajo de las puertas. Así si entra alguien, con que le demos una patada hacia atrás o lo tiremos al retrete, basta.
- Mmm, está bien. Y si entra alguien, ¿salimos o nos quedamos?
- Vaya, no sé. Creo que mejor quedarse.
- Sí.

Había tres, así que me metí en el de la derecha para poder pasar y recibirlo desde la derecha, una tonta preferencia que tenía. El chasquido del mechero varias veces.
Pfff. Esperé pacientemente buscando formas en el mármol, pero me di cuenta de que todas las baldosas eran la misma. Dani exhaló una tercera vez y me lo pasó.

Di una calada todo lo grande que pude. Aún con ello, jamás tenía la sensación de llenarme los pulmones; no tenía esa horrible densidad del humo del tabaco. Era una sensación muy agradable, la de inspirar así, sujetando aquello con la mano. Me preguntaba cuántas cosas y de qué tipo podían cambiar a la larga, aunque fuera en mi cabeza.

- ¿Cómo estás colocado?
- Nada, aún.
- Digo de posición.
- Ah.- comprendió- Sentado, tú?
- Sentado también.
- Ya lo tienes mucho rato.
- Vale, vale.

Pasé el cigarro por debajo de la puerta, dejándolo en el suelo en el espacio entre ambos. Un lugar claustrofóbico este. La Sonata para piano de Chopin. Y el Jazz y todo lo demás. Ya podría quedarme yo el piano, porque desde luego el hermano no lo piensa tocar.

- El otro día me di cuenta de que People are strange va sobre las drogas, es decir, sobre ir drogado.¿No te lo parece? - pregunté, dejando implícito cómo llegué a descubrirlo.
- No lo sé. Tienes que probar a escuchar Not to touch the earth. Bueno, el otro día escuché un disco entero, fue impresionante.

Faces get ugly, when you're alone...


El cigarro apareció de nuevo bajo la puerta. Al recogerlo me vi los brazos, ya desde principios de la adolescencia venosos como los de mi padre. El eterno retorno. Según días parecían geniales, y otros, esqueléticos. Puede que fuera la iluminación, o un trastorno bipolar. Ahora eran mitad y mitad.

- ¿Cuántas has recuperado, Dani?
- No me presenté a los exámenes.
Con el silencio se escuchaba el fluir del agua por las cañerías. Música de cañerías, aquella chica me dijo que lo leyera, no lo hice. Qué guapa era. Pero eran relatos.
- Te podría haber presentado, al menos.
- Ya. -dijo, conciso. -¿Notas algo?
- Aún no.
- Tengo ganas de escuchar música, ¿vamos a tu casa?
- Sí, mejor, antes de que empiece a querer abrazar coches en marcha.

Entreabrimos la puerta para ver si alguien podía vernos hasta la salida. No había nadie. Puede que la madre estuviera en el despacho de mi tío abuelo. O sería el hijo del tío abuelo, que ese caso sería tío..hermano? Cómo puñetas se llamaba. Da igual. Pudimos salir afuera con tranquilidad, dónde dos mujeres mayores cotorreaban, con un carro de la compra reposando al lado como una mascota.

- La señora Encarna dice que vio al hijo de Paqui con esos chicos del parque.
- Aay, eso que parecía un chico bien.
- Pudiendo ser abogado como el padre, y quién te ha visto quién te ve, se ha puesto dónde...
- Se ha echado a perder. Pero mi nieto ahora...

Dos mujeres putrefactas chasqueaban lenguas ensalivadas, metiéndome el sonido en la cabeza. Tcc, tcc, tcc. Sonaban como cucarachas; así encogidas casi lo eran. Como si engullendo el aire que intentaba respirar. Tcc, tcc. Dani y yo cruzamos en rojo cuando dejaron de venir coches de cerca, y nos fuimos a mi casa antes de que se pusiera el sol.


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Probando un poco con esto del monólogo interno, que mola mucho. Y ya empiezo con personal jokes que nadie pillará en la vida. Nah, pero de momento soy bueno /para con el alumno/, como decía mi profesor de matemáticas. Maldito Joyce.

Not to touch the Earth - The Doors
Música bien alta, por favor.

Formspring

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Laisser d'écrire

Mediafire
Una historia de 20 páginas, por si alguien tenía curiosidad. Lo escribí hará medio año. Ya sé que hay trozos de diálogo tontísimos, y que en general es absurdamente autocompasivo. No lo tengáis muy en cuenta.

Formspring

lunes, 30 de agosto de 2010

Bar

Daughty. El apellido era algo así. Marlene teclea en el buscador de Youtube nombres al azar, exprimiendo su cabeza. ¿Doroughty? Dios, ha de ser algo así, a lo mejor ni siquiera empezaba por D.

Me di un respiro y fui hasta la cocina. En la nevera no dan nada. El tacto gélido de los pies por el pasillo. La luz encendida, por manía, al llegar a medio pasillo y luego apagarla y dar un salto hasta la puerta de la habitación. En camisa y braguitas, como decía él que le gustaba.

Él dijo muchas cosas. Había salido del bar y estaba ahí sentado en el banco, ya sonándome haberlo visto antes dentro. Qué iba pasadísimo era un hecho visible. Se sujetaba el pelo con una mano y hasta le costaba respirar, pero seguía hablando. Estoy convencida de que si me hubiera ido de su lado, hubiera seguido hablando al asfalto. Vale que con el alcohol el tiempo se diluye, pero pudieron ser fácilmente una o dos horas. La noche de verano olía a plástico fundido.

El apellido que dijo tenía un toque irlandés. ¿Y si empieza por o’?

No no, pero sabía que me senté allí, porque se puso a hablarme con consciencia de ello. Claro, al rato fue cuando dijo lo de la ropa. Dijo muchas cosas. Hablaba sobretodo de cosas de los días en la facultad, pero de forma bastante inconexa. Mencionaba mucho el césped. Hubo un rato que habló de olores, y luego de música. Y de los días, ahí era cuando más costaba entenderlo. No daba pena y eso, a su vez, la daba.

Hablaba tanto y yo escuchando, que al final me daban ganas de que me besara. Tanto que no atendí a nada de lo que decía sobre aquel músico inglés que decía que era tan bonito y quería que escuchase. Y mira que insistió mucho. Ahora que no lo vuelvo a ver, lo único que deseo es recordar el nombre del músico, pero es que ni eso.

Hasta se me subió la libido, joder, mil cosas pero en realidad no lo escuchaba. Maldita estúpida. Ya que no lo hice me gustaría escuchar lo único que podía asociar con él. Escuchar la música y pensar: al menos existe. Sí, existe y es una razón para soñar.
¿Ceg…hty? Si funcionara lo de las sugerencias siquiera, maldita sea.

El chico dijo, ya hacía el final:
Cuando buscas una actriz que haya salido tan bonita en una peli, no la encontrarás más bonita que en ésta. Nunca. Nunca.
Luego dijo nunca como siete veces más. Fue rarísimo. Entonces cogí el metro y volví a casa. No sé por qué no le pedí el número ni nada. Ese fue un gran error ¿pero mejor no darle muchas vueltas, verdad? Voy a dormir, a lo mejor mañana recuerdo el nombre y puedo escucharlo tumbada en la cama, para la noche siguiente tal vez sí, soñar.


Nice dream - Radiohead
o en acústico

Formspring

domingo, 15 de agosto de 2010

It's complicated

Hola, gente extraña. Quiero avisaros de que, aunque no sé cuántas hojas tendrá esta historia, no saldré del cuarto durante toda ella. Ni dentro ni fuera del papel. Tampoco será una historia al uso. Me gusta jugar con la mente de las personas. Me gusta estrujarla, entenderla. La de los demás y la mía, también.

He traído un cuchillo al lado de mi cama. O el personaje lo ha hecho. Si queréis, el personaje ha traído dos, uno de sierra y otro afilado. Yo no soportaría cortarme con el de sierra, porque me imagino el sonido que hace, aunque yo no lo oiga, y es algo grotesco.

En esencia quiero entender. Entender a la gente que sabe de esto más que yo. Que mira a la cara a un ser incorpóreo. Podéis dejar de leer, no pretendo entreteneros.
Tranquilos, la semana que viene tendréis otro relato, si es eso.

Tengo sueño, tengo ganas de vomitar. Las uñas y los nudillos me saben mejor que nunca. Creeréis que todo me lo estoy inventando. Y a su vez, lateralmente os corroe un ¿pero va a…? No lo sé hijo, no lo sé. Yo sólo quiero entender. ¿Sabéis cómo le llamaba Hitchcock a ese tipo de suspense? Felicidades si lo sabéis, porque yo no me acuerdo.

Dicen que todo escritor tiene bastante de loco. Oh no, no no no, olvidad eso. Lo que hacía falta, que ahora lo chafe todo con… No no, olvidadlo, de veras. Estoy escribiendo continuamente. Hace un rato que el salvapantallas ha saltado y la cama huele a sudor, de todos los días que he dormido sin sábanas. Y el cuchillo sigue ahí.

Las paredes están pintadas de gris carcelario, pero eso no os importa una mierda. Vosotros también queréis entender, pero no de la misma manera que yo quiero. Yo quiero sumergirme. Porque ya es hora, ¿no? Hora de decidirse. Hay un mundo más aquí, y un mundo más allí, aunque en realidad son el mismo.

Hay mosquitos aplastados en las paredes, que han muerto por mi culpa. Hay gente que se droga metiéndose una puta aguja en el antebrazo. Y que luego hace música. Para cuando creáis saber de qué va la cosa, yo me iré de nuevo. Tic, tac, tic, tac, Alicia. Hoy es la noche en la que hay que decidirse ¿Quién vas a ser? ¿Dónde vas a vivir? Sería muy cruel amar a personas en el otro lado cuando ya es tarde para mudarse.

Sí, me voy a hacer sangre en el antebrazo. Por qué, no sé. Nunca he sido mucho de razones. Sólo sé que estoy siendo más sincero que nunca. Como un suicida sentado en el saliente de una construcción.

No me veo bien las venas, intentaré hacerlo donde menos se noten. ¿Bastará con rascar la piel, o habrá que pinchar? Sé que es desagradable, podéis dejar de leer. Esto es sólo el principio. Sólo quiero entender.

No puedo, es demasiado intenso. Probablemente no estoy haciendo ni la mitad de fuerza necesaria. La zona se ha puesto roja. Qué curioso, me estoy acordando de aquel texto que recordaba al ruso que mientras su barco o submarino se hundía, dedicó sus últimos momentos a escribir unas pocas líneas acerca de cómo era aquello. ¿Por qué? Nadie lo sabe.

Dios, he sentido algo extrañísimo, como un torrente que ha ido de la zona al codo. A lo mejor me he hecho sangre dentro. Los cojones. No sé por qué estoy escribiendo todo esto, ni tú tampoco por qué lo lees. ¿Es absurdo, verdad? Seguramente te sorprenda que siga y siga durante líneas, y no más que a mí, te lo aseguro. Voy a volver a intentarlo. Dios. Le debo esto al mundo. Oigo la televisión del comedor. No ese mundo; todo eso es mierda. Si bebiera todo esto sería más fácil. Me refiero a un mundo que me invitó, que me ha dado cosas, y al que yo no le he dado nada, aún.
Lo he intentado, he dicho hola mientras lo hacía y me he reído como un loco. Me he parecido un loco. Van Gogh estaba loco, se supone. Puta.
¿Cómo es, rajar la piel? Ahora os lo digo. Antes me paso la mano por la nariz y me subo las gafas, como un cirujano. Venga, cállate.
Deberíamos estar acercándonos. ¿Qué diferencia hay entre cortar y rasgar la piel? Ninguna, sólo ruido.
Ya. Dios, ya. Joder. Sale. Como al final de La bruja de Blair, ¿eh? Sí joder. Precioso.

¿Queréis que os diga la verdad? Lo he hecho con unas tijeras pequeñas, no con un cuchillo. ¿Y ahora la verdad verdad? No he podido. Nunca ha habido un cuchillo. Pero vosotros no queréis la verdad. No os importa, en absoluto, la verdad. Esto es mentira. Todo es mentira.


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Perdón si a alguien no le ha gustado. Hubiera puesto una advertencia de que era ficticio al principio, pero me gusta el buen terror. Es lo único que he escrito del tirón en mi vida, creo.
Estoy bien, tranquis.

Still alive - Jonathan Coulton

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martes, 3 de agosto de 2010

Ahora o nunca

Siempre quise saber cómo eran las escenas en los andenes décadas atrás, el aire de nostalgia del hollín en el aire y el traqueteo en las maderas. Hombres de traje y mujeres rosadas. Ahora resulta lejano, en comparación al proletariado andante y el do-mi-sol imperante antes de cada anuncio. Ahora querréis que os diga quién soy yo, de dónde vengo, y todas esas chorradas al estilo catcher in the rye.

Por el cúmulo de fracasos, hormonas y demás me fugaba de casa en el momento justo en el que debía hacerlo, y ella venía conmigo. Habiendo planeado que no habría plan, simplemente puse mis cosas en la funda de una guitarra, cogí el dinero y me fui como si un día normal. A ella sí la dejaban ir de viaje, pero para no levantar sospechas nos encontramos aquel extraño jueves en la estación.

Me esperaba tan apacible, sentada en su maleta roja con las piernas cruzadas bajo la falda y frotándose un codo en el momento en que entré. Sonriente al verme, todo se ensordecía y desdibujaba al caminar hacía ella. Al quedar aún un rato le dije si quería ir a comer algo, pero como tampoco íbamos tan sobrados de tiempo fuimos a comprar algo a una máquina. Le pregunté si quería algo de chocolate y me dijo que bien. Saqué una tableta y rompí un cuadradito para ponérselo con la punta de los dedos en los labios. Sonrió, y cuando dejó de hacerlo preguntó:

- ¿Al final has dejado la nota?
- No. Ya veré, llamaré o algo. – Ya la había advertido de que no me gustaba que hablásemos del tema de cómo me las apañaría, a no ser que fuera necesario un plan.
- Tenías que haberla escrito, luego no te saldrán las palabras. – decía, reprochadora.
- Pues las diré rápido y colgaré.
- Eso es completamente ilógico.
- Va a resultar cruel lo haga como lo haga.
- Apúntate las ideas en un papel. Si vas a darles un susto, al menos…
- Apuntar las ideas dices, luego el frívolo soy yo.

A ser sincero lo había intentado, pero acababa sintiéndome estúpido al escribir toda aquella parafernalia acerca de sentimientos y de metas en la vida, sin saber ni yo a dónde quería ir a parar, y más aun al hacerlo en valenciano.

- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo así? A lo mejor si lo hablas te dejan irte.
- ¿Deja eso, quieres? No tiene nada que ver. Además lo hago por mí. –empezaba a presagiar entonces el descarrilamiento del diálogo, si ella hurgaba.
- ¿El qué haces por ti?
- Otra vez no, por favor…
- No puedo entenderte.
- Algún día me saldrán las palabras.
- ¿Estás seguro?
- Claro.-respondí, sin saber si se refería a la última frase o a la situación en general.

Era agotador intentarlo en vano, no había palabras para explicarlo. La idea de huir siempre había estado ahí, en mi cabeza. Como en aquella historia que escribía de pequeño, soñando que algún día me descolgaría por la ventana de mi habitación de primer piso. En silencio pensé en el tono en el que dijo las últimas frases, con una mirada de entre compasión y desconcierto. Salimos afuera buscando el aire fresco. Gente aquí y allá, un hombre repartía periódicos gratuitos con su carrito al lado y los auriculares puestos. Sería algo importante, a la fuerza tenía que salir algo. Me llené de una renovadora sensación. Entrelacé una mano con la suya y luego la otra y hice que empezáramos a bailar. Gente gris pasaba por nuestro lado.

- Dice mi amiga Lu que estás loco.-soltó animada.
- ¿Y tú qué opinas al respecto?
- Que no sabe lo que se pierde.
- Lo tomaré como un bien, querida.

Imitó mi última frase exagerando mis maneras cómicamente, moviendo la cabeza. Arqueé las cejas y miré hacía un lado, y fue entonces cuando me di cuenta de que hay naranjas esculpidas en la estación de Valencia. Jamás me había dado cuenta, si acaso del relieve decorado, pero ahí estaban; de color naranja con el fondo verde, realmente bonito. Parece que cuando intentas arrapar los últimos retazos de algo, sin querer te llevas trozos grandes, sorprendentes.

- Tenemos que visitar algún bar en el que lean relatos o algo eh, me haría ilusión. Aquí nunca pondrán uno. Bueno sí, aquel de las gordas bailando, qué traumático.
- Deja de escribir un poco, por dios, piensa cosas bonitas por hacer.
- En el tren haremos una lista de cosas que hacer en un papel. Tengo las libretas ahí dentro. – dije refiriéndome a la funda de la guitarra.
- Sí, lo que sea. Deberíamos ir yendo al andén.

Me dio mi billete. Siempre guardaba todas las cosas porque era mejor así, yo no quería admitir que las perdía, pero digamos que a menudo desaparecían aunque las llevara en mis bolsillos o así. Las personas seguían andando apresuradas. Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera… Odiaba ese tipo de películas que intentaban abrir la cabeza a una vida mediocre, pues las veía simplistas y algo forzadas, pero quién iba a negar que en su simplismo tuvieran razón. A todos nos gustaría aferrarnos con fuerza a la vida si supiéramos cómo, ¿verdad? Aprender a escapar. No queremos ser una de esas personas que mira la tele, va a votar y tiene unos hijos que le odian.

- Ojalá pudiéramos escapar de lo que nos espera. Como Edipo.
- Edipo no escapó.
- Ya, bueno, pero me he acordado de él. Un gran tío.
- Sabes…- se la veía pensar las palabras concretas.- Sé qué es lo que pretendes. Que todo en la vida sea como en tus historias. Y a la larga las palabras son palabras, sólo.
- Me tienes calado. – sonreí.
- Algún día te darás cuenta. – dijo dándome un apretón en la zona entre el cuello y el hombro.


La funda parecía pesar más de lo normal, me hacía el andar pesado. Ah claro, por las libretas y la camisa. Era difícil que cupiese, pero ahí estaba todo embutido. Elegí ir ligero como de costumbre, seguramente para terminar racaneando cosas a los demás, lo cual espero no se tomaran a mal. Llegamos al andén justo al lado de los lavabos, lo cual me ponía un poco más nervioso porque veía a la gente entrar y salir. Caminé en círculos con las manos en los bolsillos.

- ¿Nervioso? – preguntó pasada la quinta vuelta.
- No. - contesté, y sin querer se me fue de agudo. Ella sonrió.
- Obviando eso, las piernas te tiemblan.
- Oh, ya que estás por qué no me haces el psicoanálisis entero.
- No he dicho nada, tonto.
Me puso entonces la mano sobre el corazón, que batía furioso. Me miró a los ojos para hacerme entender, y sin más, preguntó:
- ¿Para qué?

Me libró de contestar el anuncio por megafonía, que fue el estallido de algo mucho peor, o cuanto menos, más confuso.
Tren destino Madrid, vía 3.

- Lo siento, no puedo ir. – Dijo rápidamente, con una extraña expresión en la cara.
- De qué estas hablando. – Creía haberla entendido mal.
-No puedo ir, tú mismo lo has dicho. Si has de sacar algo de todo esto que sea sin mí. Esto será algo importante, algún día.
- Pe…pero…era un decir.- estaba asustado- Me habías dicho que vendrías. Tienes las maletas, ¿por qué dices eso ahora?
Notaba el sudor en mis manos, y la garganta reseca de repente.
-Un par de semanas no son tanto. Si no quieres hacerlo no pasa nada. Pero tienes que darte cuenta. Si de verdad quieres hacerlo, con todo lo que me dijiste, podrás irte sin mí.
- No, no. A ver…
- Sí.


Sentimos un silencio muy confuso, o al menos por mi parte, pensando muchas cosas a la vez, pensando variantes a contrarreloj como en una partida de ajedrez.
- ¿Y lo de nuestra noche?
Se rió al oírme, no era mi intención pero más tarde comprendí que había sonado algo estúpido, dada la situación. Decía tantas tonterías; ella siempre había sido más cautelosa y racional.
- Ya habrá tiempo para todo, amor.

Dejé la funda en el suelo y me lancé a abrazarla. Su oreja estaba helada, o su pendiente, no sé. Me sentí anestesiado allí. Así. Sonó la voz: tren destino Madrid, salida inmediata.

- Se va a ir tu tren. – Dijo sin despegarse de mí.
Intenté decir algo, pero sólo pude balbucear.
- No puedo, no puedo.
- Sí que puedes.

Al separarnos solté el aire y moví las manos fuertemente para ganar determinación. Empújame al abismo y di que me amas. Me senté sobre el escalón de la puerta del tren. Esperaría así, mirándola. Tramaba algo, seguro que en el último momento se metería en el vagón. Dos chicas estaban sentadas en unos asientos próximos, y parecían observar divertidas la escena. A ser sincero creo que ella disfrutaba un poco más con el pequeño público, de su enredo.

-Y dices que tú no me entiendes a mí. – le reproché con aires de despreocupación.
-Tú no te entiendes a ti. – decía, señalando con el dedo.
- Quiero que vengas.
- Quieres muchas cosas, sólo tienes que ordenarlas.
- Mírala, que literaria ella.
- Bueno – sonrió – siempre puedes quedarte.
- Ni de coña.

Era absurdo. Por qué había traído las maletas, porque aquella escenografía, por qué todo. Cuando sonaron los pitidos intermitentes, fui cuidadoso con que las puertas no me pillasen los pies, y estás se cerraron como la imagen se reducía a un punto, en las televisiones antiguas.

Y ya no había nada más que hacer. Al fin podía dejar temblar la pierna libremente, un momento antes tenía que apagarlo para disimular. Me deslicé a través del vagón para buscar unos asientos dobles en los que poder acomodarme y dejar la funda de la guitarra. Por el cristal podía apreciar el movimiento de la ciudad. Éramos muchas personas en muy poco espacio, es lógico que nos pueda sentar mal. Entonces sentí la pierna vibrar. Me estaban llamando, o me enviaban un mensaje, no sé. Lo cogí. Era un mensaje suyo. A pesar de su sencillez, no lo entendí ni a la primera ni a la segunda, pero al leerlo por tercera vez entendí lo que pasaba por su cabeza, y me dejó con la cara de gilipollas del que de repente sonríe mientras está llorando. Decía

Cogeré el próximo tren. Te quiero.


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Casi vomito después de haber escrito esto pero bueno. Lo de siempre, perdón por tener que leer tanto y una canción.
Only ones who know - Artic Monkeys

jueves, 29 de julio de 2010

Minor A

A qué jugamos?
A no querernos y tocarnos demasiado.
A querernos y no tocarnos lo suficiente.
A mirarnos en la noche, ágil el parpadeo,
y tocarnos las piel, cautelosos en subir
o bajar.

Tú opinas que no pertenecemos a aquí, y yo que no nacimos para otra cosa. Mas siendo el tiempo doloroso y lento como es, sé cruel y arráncame la piel a tiras.

martes, 27 de abril de 2010

Estequiometría de los tiempos pasados

De pequeño me ponía triste pensar que máquinas pudieran funcionar por siempre en el espacio. Así, tan sueltas y tan solas, esperando a ser útiles para algo. Me vino a la cabeza cuando tenía esta contra el vidrio, sintiendo el incesante traqueteo del autobús en marcha. Íbamos a ver carreras en una universidad para que nos ayudase en la decisión, e invertíamos una hora en la ida y otra en la vuelta.

Que se ponga aquí delante, mejor. Una profesora se había puesto a caminar por el pasillo central. Miquel, siéntate al fondo y que se ella se ponga donde estás tú. Al parecer alguien estaba mareado y se quería poner delante. Miquel estaba sentado a mi lado junto a la ventana y no puso mucha resistencia, contando que atrás estaba toda su panda de amigotes; ni siquiera sé por qué me senté con él al subir al autobús.

La profesora apartándose a un lado para dejarle pasar a él y luego a quien sea que… Oh ya, ella. Cuánto tiempo. Pasó hasta su asiento pasando por encima de las piernas, dándome la espalda. Qué turgente con los vaqueros.

Nos dirigimos dos tímidos hola. Llevaba en la mano derecha una bolsita de papel, las cuales siempre creí un mito, posiblemente el conductor guardaba unas cuantas en algún sitio.

- ¿No te sienta fatal el olor de los asientos? –preguntó mientras se sentaba.
- Algo sí.
- Tenía que haberme quedado en casa. No veo que esto nos vaya a ayudar mucho.
- ¿Es que tienes claro lo que piensas hacer?
- Sí, ADE o algo así, una filología se me haría rara.

Si os lo puedo confesar, una vez me encoñé de ella, pero como todo, no hay nada ideal. De hecho recuerdo exactamente qué fue lo primero que me golpeó: verla escribir su nombre con típex en el borde de la mesa. En mi cabeza ella era inteligente, sensible y toda la historia, y la veo hacer eso. Luego fue escuchar la canción que sonaba cuando la llamaban al móvil, la gente con la que se juntaba...Oh, y fumar, aunque ahora eso me daría igual. Y allí estaba ahora; sentada a mi lado respiraba dentro de una bolsita de papel, intentando controlar sus náuseas. Aun sin los sentimientos irracionales, resultaba mucho más bonita que antaño. Sacó unos auriculares negros, dispuesta a ponérselos.

- No deberías ponerte a escuchar música – dije en parte preocupada por ella, en parte por mantener la conversación, ya que tenía oportunidad.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque o empezarás a odiar la música que escuchas o a encantarte vomitar. No creo que ninguna de esas dos cosas sea deseable.- dije, y ante la cara estupefacta completé la aportación- Es conductismo, di psicología el año pasado.
- ¿Vas a estudiar psicología?
- Oh, qué va. Ya veré lo que hago… ¿Me dejas ver tu música? –le pregunté por satisfacer una curiosidad de tiempo atrás. Era un mp3 de los que para subir o bajar dabas vueltas en círculo con el dedo. Veamos veamos ¿Escucha esto? No me extraña a estas alturas. A ver cuantas tiene de este grupo, espero que sólo… Varios discos, madre de dios.

- ¿A ti también te gustan?
- Eh…sí, algo he escuchado. –mentí.

Era una mierda de música. No que no me gustara, es que era una mierda de música.
Yo ya sabía que ella era plana; y no ese tipo de plana, del cual andaba generosa. Pero por alguna razón yo estaba interesado en cómo había crecido ella, si seguía siendo la misma, si no habría habido una esencia aún por aflorar en la que me fijara en aquel tiempo pasado. Cuando ya tamborileaba los dedos sobre el plástico junto al vidrio, ella dijo:

- Sabes, siempre quise darte gracias por el regalo del amigo invisible, era muy curioso.
- Pero si fue hace más de un año, y no era nada.
- Pues son muy bonitos, dejé un par en la estantería de mi cuarto.
Le había regalado dos relojes de arena, pequeñitos, de colores, y otro de agua.
- Con un reloj de arena sabes si estás triste de verdad. –dije sin pensar.
Entonces ella preguntó Qué y yo contesté mi típico Nada.

No tenía ninguna lógica. Tal vez fuera la llegada de la primavera, o el atrayente color amarillo de la camisa que me convirtiese en un medio títere de lo obviamente sexual, inconsciente pero guiado. Química. ¿Haces eso con todo el mundo? Cuando…
Ni siquiera la escuchaba. Seguro que su voz de noche era lo más irritante que había.
Por qué planear ser selectivo si había de terminar encantado con cualquier poca cosa.

- Eh, escúchame!- inquirió cogiéndome el brazo.
- Te escucho- le volví a mentir.
- ¿Qué te estaba diciendo?
- Me estabas regañando.
- Ya, bueno. Eres imposible.

Se la veía agitada en su respiración, casi pegándome su angustia. Requería que hiciese algo, pero lo sentía con más intensidad que si fuera cualquier otra persona. No entendía el deseo de hacerla sentir bien. De decirle que es bonita o lo que sea. Cada uno tiene sus amigos y sus historias, y más siendo ella tan social… es absurdo. ¿Tendría a alguien? Eso es falaz. Oh vamos, yo no tengo ningún deber para con nadie, ya está bien el pensar en…Yo no la quiero, ni tampoco es nada sólo sexual, pero ahora viene –qué digo viene, más bien cae.-con estos aires. Y yo normal que me derrita. Fresas con nata.

Verás, yo…

Tantos puntos suspensivos me iban a volver loco. ¿No sería acaso una cuestión de liberación? A veces, en momentos de pensamiento muerto, recordaba las veces que me dije hoy es el día, llegando incluso a algún titubeo. Me ponía peor pensar que alguien se lo hubiera dicho, pues en aquel estado de obnubilación empecé a contarle a medio mundo lo mucho que me gustaba ella. Yo era un crío. Y ahora sólo un indeciso. No hay una gran diferencia, a efectos prácticos.

- Me han dicho que tocas el piano –me dijo, seguramente al verme los dedos inquietos.
- Pero nunca he ido a clases, toco cosas muy simples- contesté con sinceridad.
- ¿Simples como qué?
- Mad World.
- Me gustaría escucharte. Seguro que es genial.-planteó mientras tamborileaba suavemente dos dedos sobre mi brazo.

¿Qué pasa, ahora le gusto? No tiene sentido. ¿No podía haber venido hace año y medio y no ahora? Cómo es posible, maldita sea. Estas cosas cuadran menos que mis ecuaciones de oxidación-reducción. ¿Qué está…? Va a hacerlo. Le vino una arcada. Arrugó las cejas cerrando los ojos y escuché lo que sin duda era el impacto de pequeños trocitos con el papel. Miré por la ventana del lado opuesto esos segundos, más por evitarle la vergüenza que por disgusto propio.

- Perdóname, debería sentarme en otro sitio.- dijo avergonzada.
- Pero si no pasa nada. – contestaba yo, riendo.
- No qué va.
- ¿Estás bien?
- Bien quien dice bien no.

Entramos en un túnel lleno de luces de color naranja y algunos se pusieron a silbar. Cada una de las pequeñas luces dejaba una estela fugaz, que aprovechaba para mirarla.
Me recordó a ese bonito cuento de Chéjov: un chico convencía a una temerosa chica para tirarse en trineo por una pendiente. Al caer, con el ensordecedor viento, él gritaba ¡La amo, Nadia! Y ella le parecía escucharlo, pero no sabía si era el viento o él. Y ella, congelada de miedo, le pidió que volvieran a tirarse. De nuevo lo grita, y ella sigue en su confusión. Él jamás se atreve a decirlo, siquiera cuando ha de marchar, pero ella sigue tirándose en el trineo, intentando resolver la gran duda.

Una vez salidos del túnel, se levantó e intentó acceder al pasillo, cara a mí.
- De veras, puedes quedarte. –le inquirí.
- Voy a tirar la bolsa, tonto. –Dijo aún apoyando las manos a cada lado de mi respaldo. Un tonto extraño, cariñoso. Y ya lo creo que generosa. Así con los ojos medio llorosos y el pelo desaliñado cayendo era una de las cosas más bonitas que había visto nunca.
En el tiempo que pasé sin tenerla al lado, pensé en lo que recordaba de ella. No sabía si me había equivocado al juzgarla por todos esos detalles…ya no a ella, puede que a todos. Pero dejando el pasado, ahora… ¿ahora qué? La profesora se acercó cuando la vio volver y preguntó preocupada:
- ¿Estás bien, quieres que te pongamos en otro sitio?
- No, no, aquí…estoy bien. –dijo sonriente.

Se acercaba otro túnel, sin duda todos volverían a armar jaleo. Yo no tenía valor para un Nadia, la amo, siquiera sabía si eso era así, el retorno de tantos recuerdos resultaba confuso. Y así, en la implícita y complícita calidez, pasamos el resto del viaje. Llovió un rato y luego paró. Todo resultaba inmensamente complicado.

--
Bert Jansch - High Days

Son 3 páginas de word. Si alguien llega a leerlo, gracias. No pretende significar mucho, sólo un entrenamiento de /escribir largo/.

domingo, 18 de abril de 2010

Lenta recuperación

Hoy han venido a visitarme frases sueltas a mi habitación. Como a un enfermo, un moribundo, un intento de suicida recién venido del hospital. Viéndolas como colores todas eran tan planas y extrañas, que eran puro plástico. Y como crítica puramente constructiva, a la verde le dije: a ti te falta amarillo y marrón.

Entonces se puso triste y empezó a emanar un olor a plástico, como el de la asquerosa pintura con la que impregnamos de pequeños las manos en un mural. Recordando el día exacto y cómo aquello casi consiguió hacerme vomitar. O también los asientos del coche de mi amigo cuando me subí para volver a casa: ahora todos empiezan a sacarse el carné, es algo que me pone muy triste.

Al contacto con una de esas frases, helaba y me traspasaba la piel, recordando la fría agua en la que verano tras verano me obligaban a tirarme. La toalla, los escalofríos, y tiritando, de nuevo vomitar. Y el peluquero diciendo ¿Qué, cortito como siempre? Y yo diciendo que sí y saliendo con aquella pinta de gilipollas. Qué ganas de echarlo todo.

Aprieto la barriga intentando implosionar como un punto, intentando hacer salir el jugo gástrico, pero sólo consigo un increíble dolor en el pecho. Con el segundo consigo que unas gotas asomen al esófago, nada más. Se sigue intentando. Durante el proceso, con una llamada perdida alguien habría intentado decir: /qué se siente, sin dirección a casa, como una piedra que rueda/. Así sin más, sin miedo al plagio o a que el deje en el acento descubriera agujeros en el alma.

Una infancia como un extraño cuadro de momentos pegados unos encima de otros de forma completamente artificial, como trozos de lenteja y chorizo sobre el verde. Todo maniquíes, todo hilos. Y el recordarme catapultado ahí en medio, presintiendo que alguien debía entenderlo, como una proyección de lo que /podría haber sido y lo que jamás será/. Arremolinadas en la cama, las frases dijeron /has olvidado rezar a los ángeles, y ellos han olvidado rezar por ti/. Notas de canciones lejanas. No aguanté más. Fuera de aquí. No me he puesto nada encima y no tenéis derecho a quedaros. Se fueron sin ofrecer resistencia alguna, sólo dijeron, sonrientes ¿te traemos una palangana?



Perdonadme, me echaron ácido lisérgico en el zumo de naranja, luego pasan estas cosas. Preferiría que no hubiese comentarios.

viernes, 2 de abril de 2010

Laisser d'écrire

Completamente inmerso en pasta de sueño, y ese extraño sentimiento de hermandad. Una clase organizada a modo de barricada, con sillas y pupitres amontonados a la entrada. Aún creíamos poder cambiar algo de un país y una gente cada día más grises.

Para ser sincero en ningún momento supe a qué nos enfrentábamos; la barricada era alta y cuando intentaba acercarme a los chicos que la ocupaban gritando consignas y demás, daban bandazos y no me dejaban. Por ello me limitaba a dar vueltas, intentando que todo ese ánimo reformador hiciese mella en mí. Con suerte allí encontraría, por pura casualidad, un símbolo intenso. ¿Pero era un poco tonto no? Por qué iba a encontrar algo en todo aquel tumulto, físico y real, algo que los demás no hubieran visto. Nubes grises, cristales rotos, chicas en minifalda. Buscar, buscar, dejar de buscar.

La falda de esa chica la hacía verse tan deliciosa. Qué bonitas piernas. No llegué a descifrar si la compañía de las chicas constituía un ánimo o una distracción para la acción de revuelta. Por dios, esos dos se están besando. Esto es cosa de locos. Mira cómo juega con su muslo. Ya sabía yo que no era el único que ser fijaba en ellos.

Esto se pone feo según pasa el tiempo. Jean-Paul no debía haber roto las ventanas con la silla, por más que hubiere sido un acto de genuina rabia. Los ha cabreado y de un momento a otro lanzaran humo y entraran y…Pero ya estamos dentro así que como no saltes por la ventana, sólo te queda seguir.

Toqué a un chico en el hombro. Qué hacemos aquí. Me contestó sonriente con la mirada oscilante entre mi cara y la puerta: Algún día nos recordarán, esto es un acto de fe. Fe.
Tú para qué has venido. Para luchar. El argumento del primer chico me resultó más convincente.

Los gritos aumentaron de tono y una granada de gas se coló en mitad de todos nosotros. La lanzaban afuera y gritaban cabrones una y otra vez. De un segundo a otro todo perdía el sentido y me lanzaba a la barricada de la puerta. Existe el peligro de que acabe creyéndomelo todo, recuerdo que pensé. He de salir de aquí .Brazos cogiéndome las extremidades mientras me encaramaba evitando las puntas de las patas del mobiliario.

Corrí a través del largo pasillo, recuerdo mi camisa de botones ondulándose y las ventanas a mi derecha pasando una detrás de otra. A los pocos metros algo me golpeó en el hombro y me desplomé de espaldas. Sin entender nada me quedé así, inmóvil y con la cabeza ladeada. Una charquillo rojo se extendía ganándole terreno a las baldosas. Intenté atesorar las últimas formas que vi en las manchas del mármol. Esa parece la cabeza de una vaca. Y esa un pie. Esa Francia.




Después de dos meses, he vuelto. Esperemos que cunda.
Il pericolo numero 1 - Renato Carosone

jueves, 28 de enero de 2010

Fanfic

Nacho, el increíble Nacho, ganó la fama labrando sus canciones acerca de pérdidas y decaimiento, con complicadas metáforas y acordes que huían de lo establecido tanto como él.

Cuando paseaba junto a su guitarra por parques veredes, no era extraño que extraños pidiéranle que les tocara una canción suya o le enseñaban cómo lo hacían ellos. Algunos, medio entendidos, medio generosos, hablaban o se animaban a tocar junto a él temas de Dylan, por muchos sabida su gran pasión. Y los pobres se creían originales con esto, pero Nacho estaba harto de tipos así. Otros, sabiendo de su gusto por lo beatnick, lo invitaban a emborracharse con todo tipo de alcoholes, pasando de absenta, por vodka, hasta vino de cartón. De todo hay en las viñas del señor, nunca mejor dicho. Otras tantas quinceañeras eufóricas y sobrehormonadas quisieron jugar a los médicos, algunas bien formadas pero sin tener idea ni de lamer un chupa-chups.

Y siendo estas todas sus desventuras, un día una mirada adolecente y adolescente lo abordó en el césped. Te llamas…Nacho?
Me llamo.
Entrenada a base de experiencias, su lengua punzante tenía preparado un Déjame en paz anda mientras sacaba de su bolsillo cigarro y mechero. Pero la mirada triste sacó de su bolsillo un pequeño tablero magnético, doblado por la mitad y que sonó traqueteante al moverlo.

¿Juegas al ajedrez?

Por primera vez en mucho tiempo Nacho, el increíble Nacho, sonrió.

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Hazey Jane - Nick Drake

miércoles, 6 de enero de 2010

Cerca

Curiosamente la problemática Roxanne jamás lloraba en clase. Pero luego volvía a casa y sin verla nadie, se hinchaba a hacerlo. Y a las paredes decía: menos mal que no me da por llorar en clase. Pero en el fondo deseaba llorar en clase, así, espontáneamente, y que todos fueran en coro a preguntar qué le pasaba.
Y decir que no era nada, que llorase otro día y otro hasta que se le irritasen los párpados de frotarse los ojos y la enviasen al psicólogo. Cuando éste aceptase lo complejos que era sus problemas adolescentes entonces, sólo entonces, podría respirar tranquila.