domingo, 18 de abril de 2010

Lenta recuperación

Hoy han venido a visitarme frases sueltas a mi habitación. Como a un enfermo, un moribundo, un intento de suicida recién venido del hospital. Viéndolas como colores todas eran tan planas y extrañas, que eran puro plástico. Y como crítica puramente constructiva, a la verde le dije: a ti te falta amarillo y marrón.

Entonces se puso triste y empezó a emanar un olor a plástico, como el de la asquerosa pintura con la que impregnamos de pequeños las manos en un mural. Recordando el día exacto y cómo aquello casi consiguió hacerme vomitar. O también los asientos del coche de mi amigo cuando me subí para volver a casa: ahora todos empiezan a sacarse el carné, es algo que me pone muy triste.

Al contacto con una de esas frases, helaba y me traspasaba la piel, recordando la fría agua en la que verano tras verano me obligaban a tirarme. La toalla, los escalofríos, y tiritando, de nuevo vomitar. Y el peluquero diciendo ¿Qué, cortito como siempre? Y yo diciendo que sí y saliendo con aquella pinta de gilipollas. Qué ganas de echarlo todo.

Aprieto la barriga intentando implosionar como un punto, intentando hacer salir el jugo gástrico, pero sólo consigo un increíble dolor en el pecho. Con el segundo consigo que unas gotas asomen al esófago, nada más. Se sigue intentando. Durante el proceso, con una llamada perdida alguien habría intentado decir: /qué se siente, sin dirección a casa, como una piedra que rueda/. Así sin más, sin miedo al plagio o a que el deje en el acento descubriera agujeros en el alma.

Una infancia como un extraño cuadro de momentos pegados unos encima de otros de forma completamente artificial, como trozos de lenteja y chorizo sobre el verde. Todo maniquíes, todo hilos. Y el recordarme catapultado ahí en medio, presintiendo que alguien debía entenderlo, como una proyección de lo que /podría haber sido y lo que jamás será/. Arremolinadas en la cama, las frases dijeron /has olvidado rezar a los ángeles, y ellos han olvidado rezar por ti/. Notas de canciones lejanas. No aguanté más. Fuera de aquí. No me he puesto nada encima y no tenéis derecho a quedaros. Se fueron sin ofrecer resistencia alguna, sólo dijeron, sonrientes ¿te traemos una palangana?



Perdonadme, me echaron ácido lisérgico en el zumo de naranja, luego pasan estas cosas. Preferiría que no hubiese comentarios.

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