domingo, 15 de diciembre de 2013

La nuit

Al dar las buenas noches a alguien, mi cabeza se concentraba en una esfera de calidez, rebuscando cómo comunicar que le deseaba la posibilidad de un sueño a medio recordar, que llenara de sonriente trascendencia su día siguiente. Como uno de esos Andante de Schubert, en los que modula su desarrollo a un color donde el intérprete no produce un suspiro, sino que la ternura es descubierta sin querer, atónito y abrumado, en un caminito de bosque insondable. Quedaba mirando las baldosas, deseando acariciarlo todo.

Cubierto de mantas, a oscuras ya, pensaba que habría una manera de tocar ese teclado invisible, de crear un acogedor hogar, íntimo y compartido. No le daba las buenas noches, simplemente se las deseaba.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Maníaco 3

Anoche, mientras intentaba dormirme, pensé en la posibilidad de alcanzar la locura misma. Imaginé una historia enorme, como que gradualmente se fuese excitándose en mí una fase maníaca que me hiciese olvidar los estudios y hablar con los demás y cualquier cosa importante, que empezasen a recetarme pastillas porque algún día hiciese algo que fuese "demasiado". Y que mi familia entrase en mi cuarto y hubiese gritos y supieran que eso iba a pasar. Que eso durase mucho tiempo, y que siguiese creciendo y creciendo. Mi cabeza dando vueltas sobre sí misma.

Supongo que todo eso fue como un relato. Hubo un momento en el que algo hizo click en mi sistema neuronal, me dejó en un estado de suspensión, y fue como si fuese real, inevitablemente real por unos segundos, como ver imágenes de archivo o como si directamente estuviese pasando en ese momento, delante de mí. Como si efectivamente todo fuese a pasar así y no pudiera evitarlo y fuese a la vez trágico y conmovedor, una cinta de casette y una pesadilla metidos dentro de una trituradora. El click se deshizo. Sólo fue una historia tonta en la que yo me había tomado como personaje. No me importaba perder la vida en un remolino, pero unos minutos más tarde temblaba de miedo, luego no supe si ocurriría. Por un momento. Y luego no,  y luego sí, y luego definitivamente no, nunca iba a pasar, qué tonterías.

Luego parecía que no y que me iba a dormir. Escasamente.

Me puse a recordar algo que soñé una vez; que estaba en un bar y que pensaba en explicarle a alguien, sentados ambos en taburetes, que cuando estoy despierto, noto a menudo que en mi cabeza sigo acostado, soñoliento, cansado, con los ojos cerrados incluso, como si en un plano pegado al real cargase con alguien que se cruza perpendicularmente conmigo, acostado y abrazado a una almohada, siendo ese alguien yo mismo. Ese ángulo no es siempre el mismo, cambia a menudo, y es casi medible, una medida que nunca me atrevería a confesar y que probablemente poco importase.

Entonces trataba de explicarle a la persona en esa barra de bar (en la realidad, en mi cabeza, en el sueño, qué más daba ya) que en este momento, en esta turbulenta época mía, sentía que ese cuerpo colgaba a 180 grados, esto es, la cabeza a los pies, los pies en la cabeza, sin almohada ya, y que vivía mis días así, caminando, pensando, hablando, como una sucesión de temerosas comas coladas en mitad de un centenar de acciones cotidianas.

Todo esto lo pensaba en el sueño, como un hilo de lana articulado, difícil de romper o encarrilar. Me di cuenta entonces de que, al recordar las escenas de mi sueño, había vuelto a verlas como imágenes de un film, lo estaba viviendo de nuevo, había caído en él.

Abrí los ojos, viendo sombras en el techo. Rara vez sabía, tras una noche intranquila, si había conseguido dormir, como si un hada pasase y me concediese el cosido neuronal de esas horas perdidas. No sabía cuando sí y cuándo no, llegando a estremecerme pensando que tal vez todo era un sueño excepto los viajes de tren, o excepto los momentos ante el lavabo, acompañando a estos la sensación de aterrizaje.

Caí del taburete al suelo, chocando con un estrépito irreal en relación a la altura, como si fuese lo mejor o lo único que podía realmente decir. Los focos iluminaban, el hombre seguía allí. Como ver imágenes de archivo o como si directamente estuviese pasando en ese momento.

Abrí los ojos. No sabía qué hora era. Mi mundo mental se alejaba respecto a la forma en la que se organizaba el mundo, incluyendo un injusto, impulsivo desdén hacia todo espíritu práctico, decidido o ambicioso, que intuía temporal, estratégico. Pues algo impulsaba (con la escasa noción de poder realmente controlarlo o decidirlo) a ir hacia delante en este razonamiento, como esperando a la conclusión, a la síntesis de ese caldo primordial, al nacimiento de un pececito que, tras tantos engranajes, poco devolvería al mundo de lo práctico, pero que terminaría con todo este tránsito que suponía pasajero. Esa noche, si acaso hace falta decirlo, tardé mucho en dormirme. ¿Qué ocurriría si esa síntesis no llegaba nunca?

viernes, 18 de octubre de 2013

Maníaco 2

Anoche, mientras intentaba dormirme, pensé en la posibilidad de que fueses la locura misma. Imaginé una historia enorme, como que gradualmente fueses excitando en mí una fase maníaca que me hiciese olvidar los estudios y hablar con los demás y cualquier cosa, y que me empezasen a recetar pastillas porque algún día hiciese algo que fuese "demasiado". Y que mi familia dijera que eres una mala influencia, entrando en mi cuarto y diciéndome  que no debería volverte a ver nunca. Que sacralizase tu piel blanca con un aura de misticismo asexuado y sexual, a tiempos saltarines, como corriente alterna. Que te escribiese poemas de varias páginas y canciones y cortos y pensase qué cosas decirte para crear una situación perfecta. Que eso durase mucho tiempo, y que siguiese creciendo y creciendo. Mi cabeza dando vueltas sobre sí misma.

Supongo que todo eso fue como un relato. Hubo un momento en el que algo hizo click en mi sistema neuronal, me dejó en un estado de suspensión, y fue como si fuese real, inevitablemente real por unos segundos, como ver imágenes de archivo o como si directamente estuviese pasando en ese momento. Como si efectivamente todo fuese a pasar así y no pudiera evitarlo y fuese a la vez trágico y conmovedor, un sueño bucólico y una pesadilla metidos dentro de una trituradora. El click se deshizo. Sólo fue una historia, yo un personaje y tú otro. Pero que consiguieras eso, llevándome de la mano... no deseaba otra cosa, y no me importaba perder la vida en un remolino. Por un momento. Y luego no,  y luego sí, y luego definitivamente no, nunca iba a pasar, así que me enfadé con mis neuronas y mis hormonas. Quedé desolado, y luego me dormí.

Maníaco 1

Apunta alto
Dispara tus balas
Hasta que las muescas de percutor
Digan basta.

Eso decía mi padre. Sí, mi padre intentaba escribir poemas, a pesar de no haber tocado un libro en su vida. No, qué va. Quería empezar así esta historia, no sé a qué vendría, pero no, mi padre nunca hubiese dicho una tontería así. No sé por qué viene a mí cabeza ahora mismo, en una clase de cómic. De cómic. Un revólver, cómic. No es tan ilógico. Pero quería seguir con ello. El profesor ha pasado un corto de dibujos animados. Y vaya, qué risitas sueltan todos.

Tengo dos teorías:

Efectivamente, ríen con sinceridad. El estado grupal incrementa la suspensión de la incredulidad, y el cine se vuelve verdaderamente cine. Como niños grandes ilusionados, con envidiable actitud de admiración, ríen con la ridiculez de cada gag y cada patada en el culo.

O por contra, es una risa inconscientemente nerviosa, la necesidad de reír por rellenar el hueco social. Corresponde a esa misma tensión, el nerviosismo palpable en las casas en las que el televisior se deja siempre encendido, para que hable un poco por todos, para que parezca que el día está siendo un día en el que está pasando algo verdaderamente.

Pienso con temor, en esos días en los que mientras intento dormir suenan dos televisores o más, en la posibilidad de que en algún momento actúen como dos chirriantes megáfonos de publicidad, trabajando simultáneamente, cosa que ocurrirá inevitablemente en algún momento de la noche, sin que nadie parezca molestarse. Una televisión con el volumen alto no parecía extraño como tercer invitado a una conversación entre marido y mujer.

Yo estudiaba eso, estudiaba el ruido.

Últimamente le doy tantas vueltas a una idea algo tonta. Tonta por irrealizable e idealizadora. Pienso que ojalá hubiese coincidido temporalmente con mi padre de otra manera. Que tal vez si le hubiese dado a leer un poco de Hemingway, al cual yo mismo no llego de a abrazar, y cuya elección sería incapaz de justificar, mi padre se hubiese sentido menos solo. Y esa incomprensible pena en su rostro tal vez hubiera suspirado, melancólicamente aliviado. Pero siendo un niño, qué va a entenderse de un hombre que dice, sentado y lacrimoso: "No lloro de pena, lloro de impotencia" ¿Qué conservaba yo de aquello, de aquello que fue todo menos eso? Una pensión a media vida.

El aula está por debajo del nivel del suelo, si alzas la vista puedes ver las piernas de la gente que pasa por la acera.  Cuando llueve mucho, pienso  que el agua entrará y que ese subterráneo se llenará como una pecera, todos flotando. Dentro de un año, la pecera se vaciará, yo no seré más que un pequeño recuerdo en las cabecitas de gente que tendrán, probablemente, carreras buenas, decentes, brillantes.

Mira tus pies.
Mira tus cordones despasados
Siente la holgura
De tu zapato.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Anhelo

Sentado una de las mesas, tiene la cinta de casette entre las manos, dando sobre ella golpecitos con uno y otro de los bordes, rítmicamente, para tratar de calmarse. Un reloj publicitario colgaba de una pared, que movía su enorme aguja sin hacer ruido. El hueco de la pared tras la barra que no cubría la enorme maquina de café, era un trozo de espejo que reflejaba tras él el tren en uno de los andenes de la estación. Llevaba medio minuto ya sentado y estaba inquieto porque pronto la camarera saldría de la barra para preguntarle si quería tomar algo. Pero allí sería más fácil. Por eso le convenía ir ya.

Se aproximó al mostrador a pasos colgantes, llegó hasta allí, quedándose de pie al lado de un taburete, y con la mirada medio agachada se quedó unos segundos parado. Tamborileó los dedos de la mano con la que no sujetaba el casette (con las falanges más exteriores agarrando un borde y la parte baja de la palma el otro, ejerciendo una ligera fuerza por los nervios).

- Hay una cosa.... Bien.

Ella no vería el cassette, se dio cuenta, hasta que no levantase el brazo, puesto que el mostrador de cristal, encima de la barra, bloqueaba su visión. Se sintió abrumado por la cantidad de cosas en las que tenía que pensar cuando ni tan sólo lo había dicho aún. Pensando en los segundos que había gastado ya, levantó la mano con la cinta impulsivamente.

- Hay una canción que me gustaría... poner aquí. Bueno, sería un favor. Ponerla en el hilo musical. Sé que es..bien, raro. Si no quieres no pasa nada. O puedes escucharla antes si quieres también.

- Vaya. - contestó ella, emitiendo una risa de desconcierto. No sé qué decirte. Aunque quisiera, hace tiempo que ya no tenemos un equipo con casette. De hecho tampoco lee CD's, lo tengo que traer con un pen.

- Yo lo había grabado con... mi grabadora, qué tonto, debería...debería haberlo pensado, sí.

- ¿Es una canción entonces? Yo no te diría que no pero... Vaya, no sé. ¿Qué canción es? ¿Por qué quieres ponerla?

- Sí, es una canción. Piano y voz.

No se atrevió a decir más. La camarera se giró sin decir nada para atender la silbante máquina de café. Aquí tienes, dijo, poniéndole un café al hombre sentado en otro taburete. Mira hacia atrás, al interior de la estación.

- Si me hubieras dicho esto un día con mucha gente igual te habría despachado de malas formas, la verdad. Aunque por lo que dices, tu plan tiene más lógica si hubiera un poco más de gente. Pero no te he visto nunca aquí, has venido sin más.

- Sí, lo sé, es un poco raro. Perdona no te he pedido nada para comer, qué mal. Puedes ponerme lo que quieras. Aunque no tengo mucha hambre.

- No hombre, no voy a hacerte comer si no tienes hambre. No te preocupes.

- Gracias.

- No soy de esas personas amargadas al menos, en cualquier otro bar una perra de esas te hubiera mandado a la mierda de primeras, tuvieran un buen o mal día. La idea del casette es rara de cojones, de todas maneras.

- Pareces hablar bien con la gente, imagino que serás una buena camarera.

- Me lo tomaré como un halago, - dijo ella riendo - aunque ser algo más que una camarera tampoco estaría mal. Pero como nunca he sabido qué estudiar ni qué hacer... Había pensado biología, pero tampoco me gusta tanto tanto.

Ella cogió un trapo y se puso a limpiar el mostrador, y luego un par de mesas. Él se sentía algo molesto a causa de las interrupciones. Jamás se lo hubiera dicho.

- Lo que habías dicho del pen... ¿Traes tú la música? - preguntó él.

- A veces sí hago alguna lista. Pero he de pensar, ya sabes, que no desentone mucho y todo. Así que lo hago alguna vez cada mil. Suelo poner la radio.

-¿Te gusta lo que suena ahora?

- Y... ¿crees que lo he traído yo?

Él sonrió y dijo que no con la cabeza, acompañado de un susurro.

- A mí tampoco me gusta mucho, pero es lo que echan en la radio. Lo pongo bajito y ya está. Ahora que lo pienso, puedes buscar la canción en internet, ¿no? - preguntó Ah, no, espera. - dijo entonces, modulando su voz alegremente- Claro, ahora lo entiendo, ahora lo entiendo. ¡La cantas tú! Mmm. Empiezo a dudar de si la pondría. - Dijo, riendo.
Él se quedó callado.

- Oye, es broma. Si es muy importante esa versión tuya, hay sitios donde te lo pasan a CD. Igual es un poco caro, pero tampoco creo que demasiado.

- Se perdería calidad.

- Noo. No es que lo pongan y lo graben, lo hacen directamente.

- No sé.

Ella se giró, agitándosele la coleta, y entró en lo que parecía ser el almacén. Salió con un par de bandejas, con bollos y bocadillos, que colocó cuidadosamente en el mostrador de cristal.

- Cuando no sé de qué hablar siempre me pongo a hablar de mi último sueño, pero es demasiado fácil, no me gusta.

- Qué más da. Es gracioso, a veces me parece que mientras sueño ya sé el significado de lo que estoy soñando.

Volvió a mirar atrás hacia le estación un momento. Miró el reloj nerviosamente, eran las siete y media pasadas. Un tren salió de la estación y las ventanas vibraron fuertemente. Ella percibió un gesto extraño en su cara, entonces pareció mirarse las manos extendidas y luego empezó también a palparse los brazos.

- Puedo... ir al baño? - preguntó.

- Claro, pero tengo que darte la llave.

Él levantó la mano, después de que ella hubiera dejado la llave sobre el mostrador dejando la mano reposar allí un lánguido segundo. Entró en el baño, llevándose consigo la cinta.

La camarera permaneció en su sitio, el hombre permaneció en su sitio, el reloj permaneció en su sitio. Por descontado, lo hicieron también el mostrador, las mesas y los cristales.
Cuando salió, ella hablaba con el hombre del taburete. La última palabra fue “raro”, lo que al joven le pareció sospechoso y le inquietó enormemente.

- Perdón, dijo. Entonces hubo un silencio cuya duración pareció meditar (o tal vez pensaba en otra cosa). - Perdón.

- Oye, ¿te pasa algo?

- ¿Sabes? Un día vi a un hombre en el tren leyendo una revista sobre trenes. Leí un trozo desde donde estaba yo. Comentaba algo sobre el tapizado de los asientos. Me hizo un poco de gracia.

Ella rió y no preguntó nada más. ¿Alargaría su mano hacia el si no fuera por el mostrador de bollos? ¿Le gustaría que le tocase los pechos más que cuando lo hiciese otro chico? Parecía tener unos pechos preciosos. Claro que le pasaba algo.

- Habías dicho que era piano y voz. Claro, cuando lo has dicho pensaba que decías una canción de la radio. Vaya, qué bonito.

Ella tenía una de las voces más bonitas que había escuchado. Aguda y dulce. Incluso comparada con voces líricas. Pensó que ella sería una alto maravillosa, aunque no se atrevió a decírselo.

- Está en alemán. Es de Schumann. Bueno, el poema es de Heine.

- A mí me haría falta aprender un poco de alemán. Ya sabes, por probar a irme. Tal vez lo haga, pero
tendría que encontrar tiempo.

- Eso estaría bien. Aprendí un poco de alemán leyendo poemas. ¿Quieres... que te escriba la letra?

- Eso seria maravilloso.

El joven sacó una pequeña libreta de su bolsillo y le pidió un bolígrafo. Ella lo suspendió en el aire delante de él, por encima del mostrador. Lo cogió de su mano, fue el único momento en el que levantó la vista, y la vio sonreír. Empezó a escribir la letra. Ella, aprovechando esos momentos, entró en la despensa para sacar un par de bandejas con bollos y bocadillos. Cuando terminó de colocarlas en el mostrador, el ya había terminado de escribir los dos párrafos, arrancó la hoja y la sujetó con el casette.

- Ah, y en fin, no me había contestado. ¿Por qué querías que la pusiera?¿Sólo para que la escuchemos tres personas?

El se quedó callado. Saboreando su silencio, se dio cuenta de que no era un silencio del tipo que esperaba. En el vibraba una inquietud muy ligera. Se sintió animado, más en control de quién era él y lo que hacía, entendió que eso debía ser, no podría ser otra cosa, confianza.

Entonces, entonces, contestó:

- ¿Sabes lo que me gustaría hacer? ¿Lo que de veras me gustaría hacer? Poner la cinta en la estación. Que toda la gente estuviera moviéndose aquí y allá... Me gusta imaginar que se parasen, y que al principio fuera de la sorpresa si, pero que entonces de verdad se parasen por eso. Que vieran que es más bonito de lo que creían que podía ser una música. Que alguien pensara que no importa perder el tren por escucharla. Que todo se detuviera, como si fuera un sueño.

- Mari cóbrame – dijo el hombre desde su taburete.
La camarera estaba pensativa.

- Ma-ri – la llamó, con tono más severo.

Ella se fue hacia el hueco frente al hombre, precisamente al lado de la caja registradora. El chico se incorporó un poco hacia atrás, y las patas del taburete hicieron un sonido chirriante. ¿Les sonreiría a todos? Hacía también un estúpido ventilador que no hacía falta, no hacía tanto calor. ¿Por qué no le había preguntado por la traducción cuando ha visto que estaba en alemán? ¿Por qué NADIE podía pararse a escuchar DOS minutos?

- Amigo. - dijo rudamente el hombre a su lado. - Eh, amigo.

Dejó con un golpe sobre el vidrio del mostrador el casette y la hoja y se levantó airoso. Salió por la puerta que daba a la calle sin mirar a nadie, y la puerta se cerró sola tras de él.

- Si lo pusieran por los altavoces de la estación también se escucharía algo distorsionado -murmuró ella. - Aunque sería más bonito así supongo.

La joven camarera permanecía en su sitio. El hombre, permaneció en su sitio, el reloj, permaneció en su sitio. Por descontado, lo hicieron también el mostrador, las mesas y los cristales. La estación permanecía en su sitio.



Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Knospen sprangen,
Da ist in meinem Herzen
Die Liebe aufgegangen.

Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Vögel sangen,
Da hab' ich ihr gestanden
Mein Sehnen und Verlangen.


En el maravilloso mes de mayo,
cuando todos los capullos se abrían,
fue entonces cuando en mi corazón
nació el amor. 

En el maravilloso mes de mayo,
cuando todas las aves cantaban, 
yo le confesé a ella
mis anhelos y deseos.