domingo, 20 de septiembre de 2009

Algún día

Esta noche ha habido una intensa tormenta y la luz se ha ido varias horas. Como antaño, los rayos alumbraban fotogramas de azul, una leve ayuda para mi búsqueda de un móbil, un mechero, o lo que fuese. Y fue cuando buscando en los cajones de mi habitación la ventana se abrió de par en par hacia adentro, golpeando fuertemente en la pared y haciéndome recordar aquello.

Cuando yo era pequeño hubo una tormenta casi tropical, era por la tarde y estaba solo. Los truenos me daban un miedo atroz, tanto que llamé a mi madre para que viniese, pero al estar trabajando me dijo que hiciera una cruz de sal. Ya sabéis, una treta del estilo rezar a san nosequién; con los niños funciona. Hice una en la mesa y me acurruqué en una esquina de la cama esperando que todo pasase. Pero la fuerza del viento deshizo el cordón entre las ventanas y por el reflejo cerré los ojos con fuerza. Se escuchó aquel golpe del vidrio en la pared y el aire frío y la lluvia me dieron en la cara como el aliento de un gigante.

Corrí a cerrarlas de nuevo con un nudo más fuerte. Pero cuando lo hice el sonido del viento se ensordeció, y fue algo que eché de menos, una sensación extraña. Al acercarme a la ventana, puse la mano sobre el cristal empapado y a través de él vi lo que era el desorden, la furia, y supe que debía /sentir/ aquello.

Me puse unas zapatillas y bajé a sentirme golpeado por las ráfagas de viento y agua. Corrí como si a través de un bosque, porque sólo se alcanzaba a ver unos pasos más allá. Y casi me pilla un coche, pero seguí corriendo y todo me dio igual. Quería volar. Volví empapado y casi cogí una pulmonía, aunque no me habría importado. Cuando me preguntaron, dije que volvía de la biblioteca y me cogió la tormenta.

Desde pequeño he sabido que yo estaba hecho para eso. Para la adversidad, para sobrevivir. No podía entender por qué la gente aspiraba a una /vida fácil/. También tenía esas fantasías de descolgarme una noche por mi ventana de primer piso; caer en el techo de un coche, bajar y dar un paseo con la luna saludándome, para volver silenciosamente a mi habitación. O no volver. Sabía que estaba hecho para algo grande, aun sin saber qué, aunque los demás no me aplaudiesen.
Los demás querían ser pilotos, astronautas o futbolistas.
Yo me quedé con los pies en el suelo, pero sabiendo muy bien cómo volar.

2 comentarios:

  1. Anónimo13:56

    Vaya, yo quería ser astronauta. Todavía quiero, realmente, a pesar de estar estudiando arte. Si me toca la lotería me iré a la Luna y me quedaré allí a vivir.

    Bonito Blog. Y entrañable historia.
    Las tormentas son una maravilla, caer en el techo de un coche, bajar y dar un paseo con la luna saludándote también.

    ResponderEliminar
  2. Toma valencianada. Móvil va con V, querido hamijo.

    ResponderEliminar