domingo, 15 de septiembre de 2013

Anhelo

Sentado una de las mesas, tiene la cinta de casette entre las manos, dando sobre ella golpecitos con uno y otro de los bordes, rítmicamente, para tratar de calmarse. Un reloj publicitario colgaba de una pared, que movía su enorme aguja sin hacer ruido. El hueco de la pared tras la barra que no cubría la enorme maquina de café, era un trozo de espejo que reflejaba tras él el tren en uno de los andenes de la estación. Llevaba medio minuto ya sentado y estaba inquieto porque pronto la camarera saldría de la barra para preguntarle si quería tomar algo. Pero allí sería más fácil. Por eso le convenía ir ya.

Se aproximó al mostrador a pasos colgantes, llegó hasta allí, quedándose de pie al lado de un taburete, y con la mirada medio agachada se quedó unos segundos parado. Tamborileó los dedos de la mano con la que no sujetaba el casette (con las falanges más exteriores agarrando un borde y la parte baja de la palma el otro, ejerciendo una ligera fuerza por los nervios).

- Hay una cosa.... Bien.

Ella no vería el cassette, se dio cuenta, hasta que no levantase el brazo, puesto que el mostrador de cristal, encima de la barra, bloqueaba su visión. Se sintió abrumado por la cantidad de cosas en las que tenía que pensar cuando ni tan sólo lo había dicho aún. Pensando en los segundos que había gastado ya, levantó la mano con la cinta impulsivamente.

- Hay una canción que me gustaría... poner aquí. Bueno, sería un favor. Ponerla en el hilo musical. Sé que es..bien, raro. Si no quieres no pasa nada. O puedes escucharla antes si quieres también.

- Vaya. - contestó ella, emitiendo una risa de desconcierto. No sé qué decirte. Aunque quisiera, hace tiempo que ya no tenemos un equipo con casette. De hecho tampoco lee CD's, lo tengo que traer con un pen.

- Yo lo había grabado con... mi grabadora, qué tonto, debería...debería haberlo pensado, sí.

- ¿Es una canción entonces? Yo no te diría que no pero... Vaya, no sé. ¿Qué canción es? ¿Por qué quieres ponerla?

- Sí, es una canción. Piano y voz.

No se atrevió a decir más. La camarera se giró sin decir nada para atender la silbante máquina de café. Aquí tienes, dijo, poniéndole un café al hombre sentado en otro taburete. Mira hacia atrás, al interior de la estación.

- Si me hubieras dicho esto un día con mucha gente igual te habría despachado de malas formas, la verdad. Aunque por lo que dices, tu plan tiene más lógica si hubiera un poco más de gente. Pero no te he visto nunca aquí, has venido sin más.

- Sí, lo sé, es un poco raro. Perdona no te he pedido nada para comer, qué mal. Puedes ponerme lo que quieras. Aunque no tengo mucha hambre.

- No hombre, no voy a hacerte comer si no tienes hambre. No te preocupes.

- Gracias.

- No soy de esas personas amargadas al menos, en cualquier otro bar una perra de esas te hubiera mandado a la mierda de primeras, tuvieran un buen o mal día. La idea del casette es rara de cojones, de todas maneras.

- Pareces hablar bien con la gente, imagino que serás una buena camarera.

- Me lo tomaré como un halago, - dijo ella riendo - aunque ser algo más que una camarera tampoco estaría mal. Pero como nunca he sabido qué estudiar ni qué hacer... Había pensado biología, pero tampoco me gusta tanto tanto.

Ella cogió un trapo y se puso a limpiar el mostrador, y luego un par de mesas. Él se sentía algo molesto a causa de las interrupciones. Jamás se lo hubiera dicho.

- Lo que habías dicho del pen... ¿Traes tú la música? - preguntó él.

- A veces sí hago alguna lista. Pero he de pensar, ya sabes, que no desentone mucho y todo. Así que lo hago alguna vez cada mil. Suelo poner la radio.

-¿Te gusta lo que suena ahora?

- Y... ¿crees que lo he traído yo?

Él sonrió y dijo que no con la cabeza, acompañado de un susurro.

- A mí tampoco me gusta mucho, pero es lo que echan en la radio. Lo pongo bajito y ya está. Ahora que lo pienso, puedes buscar la canción en internet, ¿no? - preguntó Ah, no, espera. - dijo entonces, modulando su voz alegremente- Claro, ahora lo entiendo, ahora lo entiendo. ¡La cantas tú! Mmm. Empiezo a dudar de si la pondría. - Dijo, riendo.
Él se quedó callado.

- Oye, es broma. Si es muy importante esa versión tuya, hay sitios donde te lo pasan a CD. Igual es un poco caro, pero tampoco creo que demasiado.

- Se perdería calidad.

- Noo. No es que lo pongan y lo graben, lo hacen directamente.

- No sé.

Ella se giró, agitándosele la coleta, y entró en lo que parecía ser el almacén. Salió con un par de bandejas, con bollos y bocadillos, que colocó cuidadosamente en el mostrador de cristal.

- Cuando no sé de qué hablar siempre me pongo a hablar de mi último sueño, pero es demasiado fácil, no me gusta.

- Qué más da. Es gracioso, a veces me parece que mientras sueño ya sé el significado de lo que estoy soñando.

Volvió a mirar atrás hacia le estación un momento. Miró el reloj nerviosamente, eran las siete y media pasadas. Un tren salió de la estación y las ventanas vibraron fuertemente. Ella percibió un gesto extraño en su cara, entonces pareció mirarse las manos extendidas y luego empezó también a palparse los brazos.

- Puedo... ir al baño? - preguntó.

- Claro, pero tengo que darte la llave.

Él levantó la mano, después de que ella hubiera dejado la llave sobre el mostrador dejando la mano reposar allí un lánguido segundo. Entró en el baño, llevándose consigo la cinta.

La camarera permaneció en su sitio, el hombre permaneció en su sitio, el reloj permaneció en su sitio. Por descontado, lo hicieron también el mostrador, las mesas y los cristales.
Cuando salió, ella hablaba con el hombre del taburete. La última palabra fue “raro”, lo que al joven le pareció sospechoso y le inquietó enormemente.

- Perdón, dijo. Entonces hubo un silencio cuya duración pareció meditar (o tal vez pensaba en otra cosa). - Perdón.

- Oye, ¿te pasa algo?

- ¿Sabes? Un día vi a un hombre en el tren leyendo una revista sobre trenes. Leí un trozo desde donde estaba yo. Comentaba algo sobre el tapizado de los asientos. Me hizo un poco de gracia.

Ella rió y no preguntó nada más. ¿Alargaría su mano hacia el si no fuera por el mostrador de bollos? ¿Le gustaría que le tocase los pechos más que cuando lo hiciese otro chico? Parecía tener unos pechos preciosos. Claro que le pasaba algo.

- Habías dicho que era piano y voz. Claro, cuando lo has dicho pensaba que decías una canción de la radio. Vaya, qué bonito.

Ella tenía una de las voces más bonitas que había escuchado. Aguda y dulce. Incluso comparada con voces líricas. Pensó que ella sería una alto maravillosa, aunque no se atrevió a decírselo.

- Está en alemán. Es de Schumann. Bueno, el poema es de Heine.

- A mí me haría falta aprender un poco de alemán. Ya sabes, por probar a irme. Tal vez lo haga, pero
tendría que encontrar tiempo.

- Eso estaría bien. Aprendí un poco de alemán leyendo poemas. ¿Quieres... que te escriba la letra?

- Eso seria maravilloso.

El joven sacó una pequeña libreta de su bolsillo y le pidió un bolígrafo. Ella lo suspendió en el aire delante de él, por encima del mostrador. Lo cogió de su mano, fue el único momento en el que levantó la vista, y la vio sonreír. Empezó a escribir la letra. Ella, aprovechando esos momentos, entró en la despensa para sacar un par de bandejas con bollos y bocadillos. Cuando terminó de colocarlas en el mostrador, el ya había terminado de escribir los dos párrafos, arrancó la hoja y la sujetó con el casette.

- Ah, y en fin, no me había contestado. ¿Por qué querías que la pusiera?¿Sólo para que la escuchemos tres personas?

El se quedó callado. Saboreando su silencio, se dio cuenta de que no era un silencio del tipo que esperaba. En el vibraba una inquietud muy ligera. Se sintió animado, más en control de quién era él y lo que hacía, entendió que eso debía ser, no podría ser otra cosa, confianza.

Entonces, entonces, contestó:

- ¿Sabes lo que me gustaría hacer? ¿Lo que de veras me gustaría hacer? Poner la cinta en la estación. Que toda la gente estuviera moviéndose aquí y allá... Me gusta imaginar que se parasen, y que al principio fuera de la sorpresa si, pero que entonces de verdad se parasen por eso. Que vieran que es más bonito de lo que creían que podía ser una música. Que alguien pensara que no importa perder el tren por escucharla. Que todo se detuviera, como si fuera un sueño.

- Mari cóbrame – dijo el hombre desde su taburete.
La camarera estaba pensativa.

- Ma-ri – la llamó, con tono más severo.

Ella se fue hacia el hueco frente al hombre, precisamente al lado de la caja registradora. El chico se incorporó un poco hacia atrás, y las patas del taburete hicieron un sonido chirriante. ¿Les sonreiría a todos? Hacía también un estúpido ventilador que no hacía falta, no hacía tanto calor. ¿Por qué no le había preguntado por la traducción cuando ha visto que estaba en alemán? ¿Por qué NADIE podía pararse a escuchar DOS minutos?

- Amigo. - dijo rudamente el hombre a su lado. - Eh, amigo.

Dejó con un golpe sobre el vidrio del mostrador el casette y la hoja y se levantó airoso. Salió por la puerta que daba a la calle sin mirar a nadie, y la puerta se cerró sola tras de él.

- Si lo pusieran por los altavoces de la estación también se escucharía algo distorsionado -murmuró ella. - Aunque sería más bonito así supongo.

La joven camarera permanecía en su sitio. El hombre, permaneció en su sitio, el reloj, permaneció en su sitio. Por descontado, lo hicieron también el mostrador, las mesas y los cristales. La estación permanecía en su sitio.



Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Knospen sprangen,
Da ist in meinem Herzen
Die Liebe aufgegangen.

Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Vögel sangen,
Da hab' ich ihr gestanden
Mein Sehnen und Verlangen.


En el maravilloso mes de mayo,
cuando todos los capullos se abrían,
fue entonces cuando en mi corazón
nació el amor. 

En el maravilloso mes de mayo,
cuando todas las aves cantaban, 
yo le confesé a ella
mis anhelos y deseos.

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