domingo, 25 de septiembre de 2011

Un día y el mar

Hoy Ana se despierta a las 7, como todas las mañanas. Podría darle a Repetir, pero no le importan gran cosa cinco minutos más o menos. Además no ha dormido mucho, lo que le suele quitar todo el sueño, como justo hoy ocurre. Así que no lo hace. Un mosquito le ha picado en el tobillo mientras dormía, y ahora se rasca la zona enrojecida, poniendo cara de fastidio. Camina a través del pasillo hasta el baño, donde se agacha ante la ducha para lavarse el pelo, y de paso, despertarse del todo. Se da cuenta de que el calcetín roza la picadura y le escuece, con lo que no puede evitar volver a rascarse. El champú no sale bien del envase, porque no queda casi, así que lo llena de agua. El agua está fría, y sigue fría por más que la deja correr. Había olvidado anoche enchufar el termo. Últimamente se le olvidan muchas cosas. Debe ser porque no duerme.

Mientras, unas cuantas gotas se deslizan por el cuello hasta su pecho. Con ello le viene un escalofrío. Le entra también agua en un ojo, que aún debe tener un poco de champú porque empieza a escocerle también, y en segundos, unas cuantas lágrimas salen de sus ojos. Las contiene apretando los párpados. Se toma el pulso poniendo la mano sobre el pecho. Le va ligeramente rápido. Piensa en calcularlo exactamente con el reloj de la cocina, pero no tiene ganas de quedarse 15 segundos contando.

Al salir del baño se da con el codo en el marco de la puerta y suelta un alarido. Vuelve a su cuarto donde intenta buscar unos calcetines más pequeños, pero los que encuentra siguen rozándole la picadura. Son las 7.10. Se cambia de ropa sin pensar demasiado. Se da cuenta de que no puede pensar ni concentrarse demasiado en nada. Deja la ropa con la que ha dormido sobre la cama. Debajo de la cama está la ropa de anteanoche, así que se agacha y la pone encima también. La esquina de su cuarto donde reposa el bajo, que hace meses que no toca, tiene mil cortecitos, y parece llora. Le llega un mensaje publicitario de su compañía telefónica. Vuelve a bloquear su móvil.

Da pasos hasta su amplio e iluminado comedor. Le echa de comer a su tortuga, a la que nunca ha puesto nombre. Quita el disco de su equipo de música, para guardarlo en la caja. La cierra y la devuelve a su sitio. Piensa en poner alguna canción, pero le costaría demasiado, y sólo quiere hacer tiempo. Se echa en el sofá y se queda observando su respiración. Mira sus pechos subir y bajar. Espera sentada a la hora de irse, y piensa que debería poner el despertador 10 minutos más tarde. Se da cuenta de que no puede pensar muy bien. Antes ya había pensado eso. El tobillo le pica mucho, vuelve a rascárselo.

Vuelve al cuarto, donde ve un mosquito más grande de lo normal posado sobre la pared. Ana sonríe súbitamente. Coge un libro de la estantería y prepara bien su golpe, intentando poner el libro cerca. Pero al dar el golpe, el mosquito escapara por un costado, y vuela hasta el techo.

- DIOS! – grita, tan alto que la han escuchado varios pisos arriba. Mañana un vecino le regañará por ello, y ella pedirá perdón sin saber qué excusa poner, puesto que le cuesta tanto pensar.

Vuelve al comedor, mira su reloj y son las 7.20. Intenta enchufar la televisión, pero no funciona el mando. Prueba el botón del aparato. Aprieta y aprieta y aprieta el botón varias veces, apretando con fuerza el pulgar hacia dentro. Pero sigue sin funcionar. Golpea el mando en la pantalla y lo deja caer. Se echa a llorar en el sofá, y se recuerda a sí misma a un cuadro famoso que vio hace mucho tiempo. Intenta limpiarse las lágrimas, pero escucharse a sí misma llorar y aspirar le conmueve y llora aún más. Se da cuenta de que la televisión estaba desenchufada. La había desenchufado ella misma hacía un par de días. Se seca las lágrimas con la manga de la camisa e intenta no pensar en nada.

Va a la cocina, donde llena un vaso con agua del grifo y se lo bebe. Prueba el interruptor de la luz mientras mira la lámpara. Funciona bien. Luego, mueve lentamente el vaso sobre la encimera, escuchando el sonido que hace. Se toma el pulso mirando el reloj durante 15 segundos. Multiplica 26 por 4. Mañana contará 29. Una vez un poco más calmada, mira por el ventanal. Suenan pájaros afuera, apagados por los cristales cerrados. Sin razón le viene a la cabeza un verso inventado. Cantan pájaros, resuenan tempestades. Son las 7.26. No desayuna. Se alisa la falda. Abre la puerta para ir al trabajo, cierra, se va.

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Tiomnaya Noch, Temnaya Noch - Mark Bernes
Formspring
Cajón

3 comentarios:

  1. Me ha encantado. Estamos atrapados en la rutina mañanera :S

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  2. Recordadme que he de ir al Slaughterhouse para ver si humildemente alguna editorialucha lee mi trabajo cinco minutos. No creo.

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  3. Editorialucha.
    Dios, qué excitante.

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