sábado, 12 de febrero de 2011

Secreto

La semana pasada fue mi cumpleaños. Fue el peor cumpleaños que recuerdo. La abuela dijo que este año había crecido más que nunca, frotándome el pelo. No me gusta que haga eso. Hermana dijo que iba al río para ver a sus amigas, y Madre dijo que podría llevarme con ella. Se quejó pero Madre se puso muy gritona y al final tuvo que llevarme. Como era mi cumpleaños no hacía falta que ordeñara a Tara y Donna.

Por el camino le dije que no me gustaban sus amigas. Bueno Gal•la sí, sí me gusta. Y su nombre es muy bonito, pero cuando se lo dije se rió de mí. Eso no me gusta. Tenía los zapatos desgastadísimos. Todos me dicen que arrastro los pies, pero yo no tengo la culpa de tener las piernas tan largas. El padre de Adrián es zapatero y es graciosísimo, aunque sólo lo he visto dos veces. Todo el mundo está preguntándome siempre qué quiero ser de mayor, y yo siempre digo que no sé con los hombros.

Cuando le pregunté a Hermana si iban a estar todas sus amigas, me dijo que no iba a estar ninguna, pero que ya me lo explicaría. Me gustan las sorpresas. Había unas nubes muy bonitas. No parecían de esas que fueran a llover. Papá está diciendo siempre que quiere que llueva para sus árboles. En realidad yo no sé mucho de todo eso. En escuela cuando preguntan si sabemos cuándo se coge una fruta casi todos lo saben, pero yo no.

Entonces llegamos. En realidad cuando decimos que vamos al río es que vamos al lado del río. Había un trozo con hierba y cosas muy bonito. Estaba un chico que había visto a veces. Pero no sabía su nombre. Después de que el chico me dijera Hola, Hermana me dijo que si me quedaba un rato mirando al árbol me daría su ábaco. Y como a mí me gustaba mucho le dije que bien. Y tampoco tenía que decirle nada a Madre. A veces Hermana me hace guardarle secretos, y yo no digo nada por no fastidiar.


- ¿Cuánto rato tengo que estar así? – le dije.
- Ya te he dicho que hasta que te avise.

Me puse a mirar al árbol. No era un árbol especial, ni siquiera era bonito. Había hierba de un verde muy triste, en la parte de debajo. Me gustan los árboles cuando tienen pájaros, un día Papá me contó una historia muy buena sobre un pájaro que se escapa de una jaula. Y luego…luego le pasan un montón de cosas, pero al final se encuentra con su amigo y le dice…cómo era. No me acuerdo. Perdón. No tendría que haber dicho nada. De veras, perdón. Sólo pasa que de mayor me gustaría contar historias muy bien, y que la gente me escuchase y comprase libros míos y todo eso.

Parecía que no estaban lejos pero tampoco cerca. Para que se me escuchase tenía que gritar. Había pasado un buen rato y me dolían la espalda y un poco las rodillas. La abuela está fatal de las rodillas y de vez en cuando se tiene que poner hielo.

- ¿Puedo cambiar de árbol? – le dije
- No, no puedes.

Arriba tenía las hojas marrones ya. Me había agachado y jugué un rato con la tierra, pero me dejó las manos rugosas y no me gustó. Luego cogí una piedra y empecé a golpear el tronco. Al final saqué unos cuantos trozos. Algún día papá me dejará coger leña con su hacha. Tumbaré un árbol muy grande y de ahí sacaremos leña para todo el invierno.


- ¿Puedo mirar ya? – le dije.
- No.

Oí las risas de ellos dos, y empecé a hablar solo. A veces lo hago porque me gusta. Y a veces es porque no estoy con nadie, o porque no quiero pensar en algo. Decía que seguro que les parecía muy divertido tenerme así. A todos les parecía muy divertido jugar a fastidiarme. Aún escuchaba las risas y me puse a golpear con las piedras los trozos de madera que había sacado. Nunca la había escuchado reírse así. Cuando no estamos enfadados ni nada se ríe conmigo, pero diferente. Era como si se riese bajito, como si nadie la tuviera que escuchar.

- ¿Ya? – le dije.
- No.

Intenté rascarme en el tronco la palma de la mano para ver si podía sangrar sin hacerme daño. Incluso probé con un poco de daño. Pero no pude. Odiaba ese árbol. Odiaba tener la tierra bajo mis pies. Después de eso, pensé que odiaba a todo el mundo y que quería apagar el sol. Eso me asustó un poco, porque parecía algo que diría una persona mayor. No sé explicarlo. Me pareció que no era bueno. No tan pronto. Ni siquiera una persona mayor diría eso.

Para cuando me dejó mirar, Hermana tenía las mejillas rojas y los ojos le brillaban mucho. El chico ya no estaba. Me dijo que volviéramos a casa. Yo quería acercarme al agua del río un poco, pero pensé que en realidad me daba igual. Me limpié las manos en los pantalones y empezamos a andar. Tenía el pelo más deshecho que antes. Había un pájaro muerto al lado de un árbol. Estaba boca arriba y era naranja.

- ¿Cuánto tiempo estará muerto? – le dije.
- Cállate.

Hermana siempre me manda callar. Tenía un poco de tierra en un brazo. Las nubes se movían más rápido que antes. Creo que es por el viento. ¿Pero por qué el viento…? A veces Madre se queja de que me quedo pensando en algo y no me entero de que me hablan. Pensé muchas cosas por el camino. No sé si los demás chicos… Sin querer una me salió de la boca.

-Soy demasiado mayor. – le dije.
-No, eres un crío.

Luego no dije nada, y ella tampoco. Parecía asustada después de eso. Creo que porque no dije nada. Me sentí otra vez mayor, pero en realidad eso no me hacía feliz.

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Crow Jane - Skip James
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7 comentarios:

  1. Me gusta mucho excepto por lo del psicólogo.. se podría resolver el texto de otra forma que dejase un final amargo y reflexivo.

    un abrazo

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  2. Onomatopeya de dolor y desconcierto.

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  3. Me gusta mucho especialmente por lo del psicólogo.

    Tienes muchas balas, colega. Y me alegra.

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  4. Anónimo12:44

    Autismo.


    (Lo del psicólogo no forma parte del texto, listilla.)

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  5. Anónimo13:19

    Últimamente sobran muchas cosas en lo que escribes. No tengas prisa por publicar.

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  6. Cómo que no. Lo del psicólogo será según el que lea. No. Digo yo.

    ¡Ta-dá! :D

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  7. Anónimo16:07

    Ya es tarde para el psicólogo. Que lo encierren ya. Junto a Alina.

    Vaya mierda de cumpleaños.No me extraña que haya acabado así.

    E.T.

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