miércoles, 28 de octubre de 2009

Carga

El día que el chico de atrás se suicidó, era un día normal. De clase.
Lo encontraron en la bañera, 6 horas después, calculan los médicos. Hay quien dice que lo notó distante ese día, y quien dice haberlo visto como siempre.

La críptica frase encontrada al lado sobre un papel: “No os preocupéis, solo lo entendí”
Las habladurías corrieron.

Todos se preguntaban qué era lo que había entendido. Se empezó a interrogar a amigos, sobre si le había pasado, visto u oído algo que le hubiese dolido, si sabían a qué se refería. Lastimosa necedad.

La profesora de literatura, creyendo haberla entendido, la hizo ver a los alumnos como un magnífico ejemplo de miniaturización literaria: en seis palabras estaba su vida, estaba su muerte. Los padres se enteraron y lo consideraron una falta de respeto.
El de filosofía también creyó entenderla, y se torturó por ello.
El existencialismo entraba en el temario, no era culpa suya, no.

Se discutió si la frase podía ser el epitafio que deseaba.
Finalmente fue lo que pusieron en la lápida. A los días descubrieron bajo la mesilla de la habitación sus últimas voluntades. El viento debió habérselas llevado.

Por desgracia quería otro epitafio. Además de una canción para el entierro, y nada de pésames. Demasiado tarde.
Se reanudaron las clases, reinando el silencio. Era innecesaria aquella solemnidad.
Nadie entendió que no había nada que entender.

lunes, 19 de octubre de 2009

Antaño

Sí, en aquellos tiempos tocar la guitarra era algo bien difícil.
Tus padres no te compraban una guitarra así como así, sino que te hacían trabajar para que después de un par de meses, te alcanzase para comprarte una de mediana calidad.

Entonces te emocionabas tanto por poder tocar como tus héroes radiofónicos, aquel tácito Cohen, el inspirador Dylan, los coloridos Beatles.

Para sacar las canciones debías tener un buen y experimentado oído, y según qué canciones, también unos experimentados dedos. Aunque no había quien pudiese con los intrincados temas de los grupos que despertaban en la época de la psicodelia.

Fíjate tú, que si jugabas a buscar otras afinaciones, luego para volverla a dejar en estándar no había afinadores electrónicos como ahora. Por eso tenías que descolgar el teléfono y escuchar el La que te daba el auricular y ajustar así la segunda cuerda, y a partir de eso todas las demás, con sus cuartas y quintas. Eran trucos que ibas sacando.

Y veías a esos chicos que habían montado un grupo y que sonaban tan bien y te morías de envidia. Con tus amigos comentabas, mientras tomabais algo en la cafetería, que eran unos niños de papá, pero en el fondo sabías que eran buenos. Y a ti te gustaría que alguien escuchase tus pocas canciones, pero nunca tuviste la oportunidad.

Según pasaba el tiempo, dejabas a un lado el acné y las guitarras y te buscabas un trabajo, pero siempre recordando aquellos días tan musicales, sonriendo al ver por la televisión que un chico muy parecido a ti sí llego a triunfar. Ahora todo es diferente.

Tal vez por todo esto, como dicen esos entrañables padres tirando a abuelos, ya no se hace música como la de antes.

viernes, 16 de octubre de 2009

Al final

Sentada en su esquina, muda y ceniza,
En la ventana veía llover
Echaba la mochila a diario en su silla
Y allí con su calma dejaba entrever
La sonrisa amarga de aquellos que sienten
su tiempo echarse a perder.

Y si se sienta al fondo
Dejadla que ya es mayor, decíamos
Y si pasa así los años
Dejadla que ya es mayor, decíamos
Hasta aquel día…

Llevaba siempre esa especie de brillo en los ojos
Como si acabase de llorar
Le hubiese hablando, un hola o un qué pasa
Pero por si acaso dije mejor no
Por si era un extraño o no me quería cerca
Si prefería el silencio siendo una sombra

Si se sienta al fondo
Dejadla que ya es mayor, decíamos
Y si pasa así los años
Dejadla que ya es mayor, decíamos
Y un día no volvió

Y nunca supimos si fue por un chico
Por algo de casa o existencial
Ni lo que escribía en las hojas rayadas
Que llevaba sueltas y sin ordenar
Ni si nada hubiese pasado
Si alguien…

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Seguramente le haga retoques, pero es una canción que he sacado.

sábado, 10 de octubre de 2009

A veces

A veces pienso en las chicas como cifras, como porcentajes.
Y pienso: en este pueblucho has 25000 personas. La mitad, 12500, mujeres. Según la pirámide de población, 700 de ellas adolescentes. De entre todas ellas, unas más y otras menos, pero todas bellas, me pregunto cuántas sabrán ciertas cosas. Cuántas han leído tal libro o visto tal peli.

A veces voy a una librería de un pueblo cercano, cuando estoy de paso. Allá hay una dependienta joven, de pelo liso y negro, y una nariz pequeña. Gafas de pasta y pecas. Y le pregunto cosas, le pregunto por novelas distópicas, por beatnicks, los rusos, todo eso. Son cosas que ya sé. Pero es que verla contestando con esa dulzura, como si sabiendo mi placer proporcional a la extensión de su respuesta… Ni siquiera sé si me recuerda cada vez que voy, o si contesta así a todo el mundo o solo a mí, pero al hacerlo me vuelve esa…esperanza, ese nosequé.
Luego me vuelvo a mi casa y a veces me masturbo.


A veces también, los fines de semana o en verano, me da por salir de noche. O sea, no en el sentido típico, sino salir solo, disfutar del aire y el olor. Uno de mis pasatiempos favoritos es perseguir a parejas y ver lo que hacen. Sí, sé que suena enfermizo, pero no creo que sea para tanto. Cuanto mas jóvenes mejor: los adolescentes tienen una gran fogosidad, no como esas parejas de veinteañeros que no saben mas que hablar de chorradas, /cosas de mayores/. No, los jóvenes caminan un rato, generalmente hasta un parque o portal, y alla los observo tras un seto o una esquina. Se tocan y besan, e incluso a veces el chico improvisa unas palabras bonitas.

Luego vuelvo a casa y a veces me masturbo con cierta furia.
En la misma cama me voy acalmando, hasta que me quedo dormido.