miércoles, 28 de octubre de 2009

Carga

El día que el chico de atrás se suicidó, era un día normal. De clase.
Lo encontraron en la bañera, 6 horas después, calculan los médicos. Hay quien dice que lo notó distante ese día, y quien dice haberlo visto como siempre.

La críptica frase encontrada al lado sobre un papel: “No os preocupéis, solo lo entendí”
Las habladurías corrieron.

Todos se preguntaban qué era lo que había entendido. Se empezó a interrogar a amigos, sobre si le había pasado, visto u oído algo que le hubiese dolido, si sabían a qué se refería. Lastimosa necedad.

La profesora de literatura, creyendo haberla entendido, la hizo ver a los alumnos como un magnífico ejemplo de miniaturización literaria: en seis palabras estaba su vida, estaba su muerte. Los padres se enteraron y lo consideraron una falta de respeto.
El de filosofía también creyó entenderla, y se torturó por ello.
El existencialismo entraba en el temario, no era culpa suya, no.

Se discutió si la frase podía ser el epitafio que deseaba.
Finalmente fue lo que pusieron en la lápida. A los días descubrieron bajo la mesilla de la habitación sus últimas voluntades. El viento debió habérselas llevado.

Por desgracia quería otro epitafio. Además de una canción para el entierro, y nada de pésames. Demasiado tarde.
Se reanudaron las clases, reinando el silencio. Era innecesaria aquella solemnidad.
Nadie entendió que no había nada que entender.

3 comentarios:

  1. Pasé media tarde de ayer hablando del suicidio. Luego dejé una nota abandonada en un bar. Y unos niños me pidieron caramelos. No esperaban que llevara. Pero sí, y a propósito.
    No hay nada que entender. Creer que lo hay es sólo la necesidad de creer que hay algo. ¿Cómo puede ser que el mundo no sea para nosotros? Pues no lo es, oiga, lo siento.

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  2. Anónimo19:31

    me encantas. lástima que vivas al otro lado del mundo...

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  3. Tengo un lector o lectora en australia. Eso es fascinante, y conmovedor.

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