miércoles, 12 de septiembre de 2012

Aprendizaje

Llevo dos semanas en la ciudad, siendo esta la primera de clase en París. Estoy de alquiler en una buhardilla en el 20º rondissement, a buen precio puesto que no tiene ascensor. Veinte años, de España. Toco el piano y un poco otros instrumentos también. Podría ser mi presentación con los desconocidos, sí, ¿pero qué más?

He aprendido francés durante medio verano leyendo Le petit prince primero, y a Proust después. Había días en los que aprendía de memoria ("par coueur", como dicen aquí), algunas de las largas oraciones que este último construía en su obra. Trozos de cuatro o cinco frases que me gustan porlo que dicen o por cómo están escritos. He aprendido durante el vuelto, también en París, en mi habitación... bueno, en mi habitación todo lo que he practicado es escuchar. He intentado con dificultad aprender a escuchar, èrp es casi imposible. Tras mi llegada hablé con funcionarios del aeropuerto, del metro, el propietario del piso, y fue avergonzante, haerles repetir cualquier cosa, pedirles hablarme más lentamente, "o "no tan rápido". En clase no entiendo casi nada de lo que dicen los profesores, es como.. cuando entiendo la primera palabra, cuando estoy seguro, el tren ya ha pasado, la frase se me escapa. Sí, entiendo alguna cosa, pero no es suficiente.

Todo no ha sido, no os penséis, estar aquí en mi habitación. Bueno, en verdad no he salido, como quien dice salir, mucho. Me he paseado por casi la mitad de barrios de Paris, de los cuales conozco ya su ambiente, pero si me pidieran una opinion, unas palabras, sabría decir poco más que "très joli", o "magique". He visto los bares y restaurantes, de un estilo reconocible puesto que ya los he visto en algunas películas. Me parecía que cualquier parisino, leyendo su periódico con su café y su perro blanco al lado, era heredero de esas ardientes reuniones artisticas hace un siglo, en los mismos sitios.

He pasado así el tiempo, las tardes marcadas por las puestas de sol. No puedo verlas directamente si no es usando la llave que el propietario me dio para la terraza, cosa que he hecho la mitad de días. Un día me repetía en voz alta: "depuis de...jusqu'a", porque era una expresión que había leído en una historia que había escuchado. Me pasé casi una tarde entera escuchándola, y cuando pensé en qué otra cosa había aprendido esa tarde, no sabía qué decir. Eso me dejó derrotado, y siemplemente me fui a dormir.

La universidad es un sitio maravilloso, con resonancias del pasado. Los pasillos de la universidad son enormes, en los cuales los estudiantes hablaban, más animdos aún tal vez por la llegada del viernes. Había tratado de hablar con alguien preguntando si tocaban algún instrumento o conocían de quien lo hiciese.; tres personas me dijos que no. Eso había sido otro día. El cuarto, un chico que no iba a mi clase y al que le pregunté este viernes, dijo con naturalidad: "Moi-même".

Hablamos un rato, se llamaba Roland, y me explicó que no buscaba tocar con otras personsa, pero que podías ir a tocar un rato después. Acepté y fuimos a uno de los pianos que había por la calle. Me guió y cruzamos un puente que nos ofreció unas vistas deliciosas de la torre eiffel, de los edificios alineados en diferentes alturas... Yo había buscado uno de esos pianos, puesto que el que había comprado por internet no ha llegado aún. El piano parecía medio roto. Me pidió que tocara algo. Perotemnía miedo de no acordarme, precisamente por no haber tocado durante todo un mes. Me acordaba de un trozo de una pieza que era interesante, creo, pero me pareció que no era suficiente para enseñárselo aún. Entonces el se sentó y tocó una pieza magnifica, brillante, conmovedora, saltándose las repeticiones pero tocándola entera, sin ningún error. "No debería estar permitido tocar a Chopin de esa manera", le dije, como había leído en "En busca de", diciéndoselo con cierto aire casual. Él se rió. Me pregunté si lo había leído, puede que por el simple hecho de ser parisino. Pensé acerca de qué más podía decir de ingenioso, o de proustiano, pero no me salía nada.

- Has ido a conservatorio? - le pregunté.
- Claro. - Me respondió. Qué expresión tan bonita utilizó para decirlo, "mais oui"! La había leído, pero no me acordaba. Entonces dijo - Escucha, quieres venir a mi casa esta noche? Vendrán algunos amigos a los que les puedes gustar.

Cómo podía decir algo así, gustarles! Si había hablado con él sólo un momento. De repente, mi corazón batía intesamente pensando la situación; yo no podía con algo así, era demasiado pronto. Pero..qué iba a hacer sino? Acepté su invitación.

- Vienes a comer a la universidad antes de la clase de las tres? - preguntó, interrumpiendo mis pensamientos.
- No, tengo que..ir a ver a alguien - le dije, sin pensar que ni siquiera estaba en la misma clase.
- Está bien.
- Nos vemos.

No era verdad, obviamente necesitaba practicar intesamente. Me encerré mi habitación con el ordenador, cuatro o cinco horas. Escuché historias y páginas sueltas. Estaba muy nervioso, puesto que entendía algunas frases, sí, pero no era suficiente. Por otra parte, había escuchado la voz del narrados en muchas grabaciones diferentes, y era contraproducente puesto que me había acostumbrado a su voz. Entonces pasó que estaba escuchando un poco de Maupassant, cuando debí caer dormido.

Tuve un sueño en el que me tomaba una cerveza con el narrador en un bar vacío. No había nadie excepto él. Era un hombre mayor, con un sombrero, de aspecto inteligente  pero inexpresivo. Sabía que era el narrador incluso antes de empezar a hablar. Entonces hablamos sin abrir la boca. ¿De qué hablamos? No me acordaba cuando me desperté. De golpe me dio miedo que se me hubiera pasado la hora a la que habí quedado con Roland. Pero el sol no se había puesto aún, por suerte. Quedaban tres horas aún.

Fui al cementerio de Pere Lachaise, para intentar desestresarme. No descubrí mucho más que en mi anterior visita. Partituras encima de la tumba de Chopin, alcohol sobre la de Jim Morrison. Y los besos en la de Oscar Wilde. Toda la extensión de árboles parecía un bosque triste y calmado, a pesar de la gente caminando con sus cámaras y mapas de mano. Durante el paseo, pensaba acerca de qué podía decir, que tema podía sacar, pero sólo me venían  a la cabeza palabras sobre música o piano. ¿Y cuántos serían? ¿Dos, tres? ¿Más? Dios, más. Me vería todo solo allí. Y había leído que los jóvenes juegan con las palabras, alterando el orden de las letras en algunas palabras, o inventándoselas. Al verme en ese estado, intenté distraerme buscando la tumba de Proust usando los mapas.

Su tumba era muy simple, una piedra negra, rectangular, y horizontal. No había vuelto a leer a Proust  desde que empecé a "escuchar" a mediados de verano. Las oraciones largas, ah. Podía leerlas jugando con las subordinadas como un niño. Eran terriblemente difíciles, mas.. tenía todo el tiempo del mundo para recolectarlas, para reconstruirlas, para entenderlas. ¿Es que pensaba que él podía ayudarme, darme frases, recursos? Tal vez. ¿Pero lo había hecho jamás? Me enfadé, de repente, contra yo no sé qué.


Llegó la noche, las campanas sonando y los guardias avisaban de que el cementerio iba a cerrar. En efecto, llegada la hora, caminando por la ciudad hasta la hora en la que "hiciese acto de presencia", como me había dicho para invitarme, me sentí abrumado por el grupito en el que iba a meterme. Al fin nos encontrábamos en su comedor, todos en círculo. Dos chicos y dos chicas me saludaron de formas diferentes, pero las entendí todas.

Roland estaba en la cocina pero no tardó mucho en venir. Bevimos vino tinto y cerveza, y nadie fumaba, pero no sabía si era porque ninguno de ellos fumaba. Hicieron  preguntas simples, pero que me invitaban a hablar extendiéndome lo que quisiera.

Cuando supieron que me gustaba, empezaron a hablar de autores y novelas.  Empezamos a hablar, todo iba sorprendentemente bien, excepto..esa chica. Una de ellas, la que tenía el pelo negro por los hombros, y tapándole las cejas, casi los ojos. Estaba echada como un gato en el sofa, cogiendo sus piernas a un lado. Cuando hablaba con alguien, lo hacía siempre bajado los ojos pero sin tener un aire de sumisión o indiferencia. Ella hablaba dulce y lentamente, con una deliciosa, pero.. no entendía nada, nada una sola palabra! Qué cruel! Me tenía que fijar en sus gestos para intentar entenderla mejor. Observé que cuando sonreía, lo hacía con un gesto ladeado, teniendo un aire casi irónico.

Entonces, por idas y venidas de la conversación, me pidieron que dijera uno de esos trozos proustianos que conocía. Me atreví con uno, lo recité, sin escaparme de repetir y volver de vez en cuando:

""Pour faire partie du “petit noyau”, du “petit groupe”, du “petit clan” des Verdurin, une condition était suffisante mais elle était nécessaire : il fallait adhérer tacitement à un Credo dont un des articles était que le jeune pianiste, protégé par Mme Verdurin cette année-là et dont elle disait : “ Ça ne devrait pas être permis de savoir jouer Wagner comme ça ! ”, “enfonçait” à la fois Planté et Rubinstein et que le docteur Cottard avait plus de diagnostic que Potain. Toute “nouvelle recrue” à qui les Verdurin ne pouvaient pas persuader que les soirées des gens qui n'allaient pas chez eux étaient ennuyeuses comme la pluie, se voyait immédiatement exclue.""

- Un poco recargante, no? - dijo uno de sus amigos
- Oh no (mais non!), yo no lo pienso. - contesté, pero no sabía qué decir. Fue un silencio extraño.

Entonces, ella empezó a hablar con gran naturalidad. No entendía nada de lo que ella decía, pero estaba sin duda contestando al amigo de Roland. Todos escuchaban atentamente. Tras el silencio que dejó su larga intervención, pensé decir:

- Bueno, yo pienso... que tiene una forma de jugar con lo que dice primero y después. Como irónico.
Ella me miró, y entonces rió de una forma que no había visto en ella.

Sin duda, no entenderla frustró mi excitación inicial. Pero de entre el fastadio, que sentía en cierta manera diferente, había un cierto placer en la duda, el aprendizaje, puesto que había empezado a entender las palabras y las relaciones entre ellas. Los seis hablamos durante un par de horas. Me pareció que a veces ella me miraba de forma profunda, miesteriosa, silenciosa, mas no me atreví a mirarla directamente.

Ellos se fueron y yo me quedé un poco hablando con Roland en su cocina. Me pregunto si la noche había ido bien, y tuve que aceptar que sí.

- Estudia historia del arte, es tan nueva como tú aquí.
- Es de otro país? - le pregunté.
- Oh, no, es de Poitiers. La media Francia!
- Oh.

Detesto mis "Oh", ridícula demostración de mi nula conversación. Después de un momento de silencio, me preguntó si "iba a hacer algo", sonriendo. Le pregunté acerca de qué y me dijo "acerca de ella". "No lo sé".
Y eso fue la noche.


De la misma manera en que nos acordamos de nuestos amigos pensando en sus gestos más habituales (como la forma de reírse, o de caminar) me sorprendí recordando exactamente su voz, la inclinación de su espalda... mucho más que el resto de gente que había conocido. Esta ha sido la primera vez que he experimentado esa sensación de impregnación, de recuerdo inintencionado, tras mi llegada a París. La vi ayer, en una calle, caminando un poco más adelante de mí. Parecía triste, ensombrecida.  "Est-ce que vous arrivé qulque malheur?" Esa frase es estúpida, no me sirve. No, ella no estaba triste, sólo pensativa. No lo sé. Y aunque lo estuviese, era una frase completamente estúpida.

Dios, tengo tantas ganas de besarla.






Thelonious Monk - Don't Blame Me



3 comentarios:

  1. Anónimo13:14

    ¿Bevimos vino? ¿Bevinos bimo? Je, je.

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  2. Debes contarnos el final de la historia.

    Magnifique.

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  3. SGT4:47

    Hola, bueno, no sé si llegiras açò o que, però volia preguntar-te que tal te va per Paris i tot aixó. Bonica història ^^

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