jueves, 21 de noviembre de 2013

Maníaco 3

Anoche, mientras intentaba dormirme, pensé en la posibilidad de alcanzar la locura misma. Imaginé una historia enorme, como que gradualmente se fuese excitándose en mí una fase maníaca que me hiciese olvidar los estudios y hablar con los demás y cualquier cosa importante, que empezasen a recetarme pastillas porque algún día hiciese algo que fuese "demasiado". Y que mi familia entrase en mi cuarto y hubiese gritos y supieran que eso iba a pasar. Que eso durase mucho tiempo, y que siguiese creciendo y creciendo. Mi cabeza dando vueltas sobre sí misma.

Supongo que todo eso fue como un relato. Hubo un momento en el que algo hizo click en mi sistema neuronal, me dejó en un estado de suspensión, y fue como si fuese real, inevitablemente real por unos segundos, como ver imágenes de archivo o como si directamente estuviese pasando en ese momento, delante de mí. Como si efectivamente todo fuese a pasar así y no pudiera evitarlo y fuese a la vez trágico y conmovedor, una cinta de casette y una pesadilla metidos dentro de una trituradora. El click se deshizo. Sólo fue una historia tonta en la que yo me había tomado como personaje. No me importaba perder la vida en un remolino, pero unos minutos más tarde temblaba de miedo, luego no supe si ocurriría. Por un momento. Y luego no,  y luego sí, y luego definitivamente no, nunca iba a pasar, qué tonterías.

Luego parecía que no y que me iba a dormir. Escasamente.

Me puse a recordar algo que soñé una vez; que estaba en un bar y que pensaba en explicarle a alguien, sentados ambos en taburetes, que cuando estoy despierto, noto a menudo que en mi cabeza sigo acostado, soñoliento, cansado, con los ojos cerrados incluso, como si en un plano pegado al real cargase con alguien que se cruza perpendicularmente conmigo, acostado y abrazado a una almohada, siendo ese alguien yo mismo. Ese ángulo no es siempre el mismo, cambia a menudo, y es casi medible, una medida que nunca me atrevería a confesar y que probablemente poco importase.

Entonces trataba de explicarle a la persona en esa barra de bar (en la realidad, en mi cabeza, en el sueño, qué más daba ya) que en este momento, en esta turbulenta época mía, sentía que ese cuerpo colgaba a 180 grados, esto es, la cabeza a los pies, los pies en la cabeza, sin almohada ya, y que vivía mis días así, caminando, pensando, hablando, como una sucesión de temerosas comas coladas en mitad de un centenar de acciones cotidianas.

Todo esto lo pensaba en el sueño, como un hilo de lana articulado, difícil de romper o encarrilar. Me di cuenta entonces de que, al recordar las escenas de mi sueño, había vuelto a verlas como imágenes de un film, lo estaba viviendo de nuevo, había caído en él.

Abrí los ojos, viendo sombras en el techo. Rara vez sabía, tras una noche intranquila, si había conseguido dormir, como si un hada pasase y me concediese el cosido neuronal de esas horas perdidas. No sabía cuando sí y cuándo no, llegando a estremecerme pensando que tal vez todo era un sueño excepto los viajes de tren, o excepto los momentos ante el lavabo, acompañando a estos la sensación de aterrizaje.

Caí del taburete al suelo, chocando con un estrépito irreal en relación a la altura, como si fuese lo mejor o lo único que podía realmente decir. Los focos iluminaban, el hombre seguía allí. Como ver imágenes de archivo o como si directamente estuviese pasando en ese momento.

Abrí los ojos. No sabía qué hora era. Mi mundo mental se alejaba respecto a la forma en la que se organizaba el mundo, incluyendo un injusto, impulsivo desdén hacia todo espíritu práctico, decidido o ambicioso, que intuía temporal, estratégico. Pues algo impulsaba (con la escasa noción de poder realmente controlarlo o decidirlo) a ir hacia delante en este razonamiento, como esperando a la conclusión, a la síntesis de ese caldo primordial, al nacimiento de un pececito que, tras tantos engranajes, poco devolvería al mundo de lo práctico, pero que terminaría con todo este tránsito que suponía pasajero. Esa noche, si acaso hace falta decirlo, tardé mucho en dormirme. ¿Qué ocurriría si esa síntesis no llegaba nunca?

1 comentario:

  1. Hay dos o tres frases cuya musicalidad es muy mejorable, rompiendo la inercia de la lectura. Intentaré editar y corregirlas.

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