domingo, 25 de septiembre de 2011

Un día y el mar

Hoy Ana se despierta a las 7, como todas las mañanas. Podría darle a Repetir, pero no le importan gran cosa cinco minutos más o menos. Además no ha dormido mucho, lo que le suele quitar todo el sueño, como justo hoy ocurre. Así que no lo hace. Un mosquito le ha picado en el tobillo mientras dormía, y ahora se rasca la zona enrojecida, poniendo cara de fastidio. Camina a través del pasillo hasta el baño, donde se agacha ante la ducha para lavarse el pelo, y de paso, despertarse del todo. Se da cuenta de que el calcetín roza la picadura y le escuece, con lo que no puede evitar volver a rascarse. El champú no sale bien del envase, porque no queda casi, así que lo llena de agua. El agua está fría, y sigue fría por más que la deja correr. Había olvidado anoche enchufar el termo. Últimamente se le olvidan muchas cosas. Debe ser porque no duerme.

Mientras, unas cuantas gotas se deslizan por el cuello hasta su pecho. Con ello le viene un escalofrío. Le entra también agua en un ojo, que aún debe tener un poco de champú porque empieza a escocerle también, y en segundos, unas cuantas lágrimas salen de sus ojos. Las contiene apretando los párpados. Se toma el pulso poniendo la mano sobre el pecho. Le va ligeramente rápido. Piensa en calcularlo exactamente con el reloj de la cocina, pero no tiene ganas de quedarse 15 segundos contando.

Al salir del baño se da con el codo en el marco de la puerta y suelta un alarido. Vuelve a su cuarto donde intenta buscar unos calcetines más pequeños, pero los que encuentra siguen rozándole la picadura. Son las 7.10. Se cambia de ropa sin pensar demasiado. Se da cuenta de que no puede pensar ni concentrarse demasiado en nada. Deja la ropa con la que ha dormido sobre la cama. Debajo de la cama está la ropa de anteanoche, así que se agacha y la pone encima también. La esquina de su cuarto donde reposa el bajo, que hace meses que no toca, tiene mil cortecitos, y parece llora. Le llega un mensaje publicitario de su compañía telefónica. Vuelve a bloquear su móvil.

Da pasos hasta su amplio e iluminado comedor. Le echa de comer a su tortuga, a la que nunca ha puesto nombre. Quita el disco de su equipo de música, para guardarlo en la caja. La cierra y la devuelve a su sitio. Piensa en poner alguna canción, pero le costaría demasiado, y sólo quiere hacer tiempo. Se echa en el sofá y se queda observando su respiración. Mira sus pechos subir y bajar. Espera sentada a la hora de irse, y piensa que debería poner el despertador 10 minutos más tarde. Se da cuenta de que no puede pensar muy bien. Antes ya había pensado eso. El tobillo le pica mucho, vuelve a rascárselo.

Vuelve al cuarto, donde ve un mosquito más grande de lo normal posado sobre la pared. Ana sonríe súbitamente. Coge un libro de la estantería y prepara bien su golpe, intentando poner el libro cerca. Pero al dar el golpe, el mosquito escapara por un costado, y vuela hasta el techo.

- DIOS! – grita, tan alto que la han escuchado varios pisos arriba. Mañana un vecino le regañará por ello, y ella pedirá perdón sin saber qué excusa poner, puesto que le cuesta tanto pensar.

Vuelve al comedor, mira su reloj y son las 7.20. Intenta enchufar la televisión, pero no funciona el mando. Prueba el botón del aparato. Aprieta y aprieta y aprieta el botón varias veces, apretando con fuerza el pulgar hacia dentro. Pero sigue sin funcionar. Golpea el mando en la pantalla y lo deja caer. Se echa a llorar en el sofá, y se recuerda a sí misma a un cuadro famoso que vio hace mucho tiempo. Intenta limpiarse las lágrimas, pero escucharse a sí misma llorar y aspirar le conmueve y llora aún más. Se da cuenta de que la televisión estaba desenchufada. La había desenchufado ella misma hacía un par de días. Se seca las lágrimas con la manga de la camisa e intenta no pensar en nada.

Va a la cocina, donde llena un vaso con agua del grifo y se lo bebe. Prueba el interruptor de la luz mientras mira la lámpara. Funciona bien. Luego, mueve lentamente el vaso sobre la encimera, escuchando el sonido que hace. Se toma el pulso mirando el reloj durante 15 segundos. Multiplica 26 por 4. Mañana contará 29. Una vez un poco más calmada, mira por el ventanal. Suenan pájaros afuera, apagados por los cristales cerrados. Sin razón le viene a la cabeza un verso inventado. Cantan pájaros, resuenan tempestades. Son las 7.26. No desayuna. Se alisa la falda. Abre la puerta para ir al trabajo, cierra, se va.

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Tiomnaya Noch, Temnaya Noch - Mark Bernes
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lunes, 12 de septiembre de 2011

Calcetines

He bebido un poco. Supongo que será eso. Siempre digo que estoy confundida o algo así, novedad. No, pero ha sido una noche muy rara, claro, ya casi termina el curso y pensar en que no nos vamos a ver más y todo. Sí, y es demencial que hubiesen conseguido meter alcohol el primer día así tan descarado. Sería raro que nos hubiesen registrado las mochilas, pero de todas maneras creo que se hacen los despistados y saben que ya somos mayores. Y el momento ha sido por todos estos días también. Sí, todos estos días cuando nos cruzábamos, debe ser casualidad, digo yo, no creo que yo haya mirado ahí, a posta, a las tetas. Ais no. El sinquerer de los cruces de puertas, el pasatú y el no tú y su cara mirando al suelo al pasar delante de mí. Fue mucha casualidad que nos cruzáramos tanto. Pero claro, y si fue… no, es una tontería. Que yo me moviera tanto adentro afuera, cuando estaba inquieta de no encontrarla y a ella le ocurriese lo mismo. Pero tanto como gustarme, no…no, creo, no veo por qué. Estoy tan bien con ella, claro, pero… es que era lo imprevisto del choque, parecía que cuando se echaba hacia atrás se le hacían más grandes, pero y ella parecía que a veces tocaba un poco mi brazo. Y esa piel tan bonita y suave, estoy segura de que si mirasen las dos al microscopio verían que la nuestra es diferente. Como con cristalitos muy finos, yo lo he visto. Sí. Tuvo que empezar con algo. El primer día no fue nada, pero también fue casualidad que nos pusieran juntas y los grupos de tres. Que Sara no me molesta, si hasta es un poco mona. Pero no, no, ella no es lo mismo ni de lejos. Anna, Anna. Como si no hubiera otro nombre. Tan blanco por los lados, como el chocolate blanco, y galleta por dentro. Sandra, Sandra, qué glotona eres. Pero es verdad, es verdad. Y aquí no podía hacer eso. Cuando llegue a casa no sé qué haré. Debería pensar sobre todo esto. Y sobre eso también. Sí, sobre todo un poco. ¿Sobretodo, un poco? Bah. Y ella habla tan bien, sí. Dios, amo cuando dice lo de Eso es! Estaba siempre diciéndolo cuando yo contaba algo. Me gustaría tanto estar en un sitio con hierba con ella. Estar tumbada y escucharla hablar. Un poco como estos días. Parecería una cita. Ahora está muy de moda en América lo de las citas en Internet, no es de fracasados ni nada. Y poner soy lesbiana. No, eso no. Agh, qué lío. Han sido los días estos, que han sido rarísimos. Pero a ver, lo de los días… ¿qué pasó el primero? Sí, que nos pusimos en los cuartos y vimos un poco el lugar. Y por la noche, bueno que no era ni noche, bebimos. Aquí ha sido día sí día también jaja. Ella cerveza. Ais, es asquerosa. A mí en realidad no me gusta el sabor, pero me trastoca un poco y eso está bien. Aiss, y qué mona cuando dio un trago, y se limpió con esto de la muñeca…la parte de dentro… a saber cómo se llama. No nos enseñan esas cosas útiles en clase, jaja. Y la sexóloga que nos enviaron, por favor, y todos babeando con lo tonta que era. Luego el día entero con los bromas sobre que si ellos querían probar el condón con ella y nosequé, por favor ¿No se les ocurre nada mejor? Y por favor, si ellos excitándose es la cosa más simple que hay. Si ella me dejara…Ais, no. A saber con qué chicos ha estado. Porque sé de aquel Adrián, que dentro de los tontos de su grupo no era tanto, pero…igual eran demasiado jóvenes. But we were much too young. Now I’m looking for you. Or anyone like you. Hace tanto que no la escucho. Aunque de aquí a que llegue a casa se me va a olvidar. Me lo apuntaré. No importa. El segundo día…Hicimos lo del rafting y lo de tirarnos pero no fue con ella aunque fue divertido también. Ni que no me fuese a divertir sin ella. Anna, Anna. Si dijésemos los nombres de las personas todo el rato sería un lío. Y la excursión a donde nacía el río, sí, por la tarde. Lo que no nos dejaron bañarnos porque había una infección o no sé que dijeron. Ojalá hubiera un piscina, para los ratos muertos que hemos pasado. Si bueno, y por ella, ya. Yo ya la había visto, pues en los vestuarios supongo, y la había visto del todo, pero no era nada. Jij bueno, aún me queda un poco de memoria. Siempre tenía ese como pasar los brazos por delante para taparse pero sin bajar la espalda. Y cuando se ponía ya las medias con todo lo demás puesto aún seguía acurrucándose tanto. Ay Dios. Quiero abrazarla ya mismo. Lo de esta noche ha sido demasiado. Pf, a ver el corazón. Si aún lo tengo un poco así. Y pensar que está encima ahora mismo. Las dos se duermen enseguida. Yo que me tiro así con los ojos abiertos mirando el techo todo el rato. Tengo que aclararme hoy sí, o sí, vamos tontita. Sí, ehm… El cuarto día…. No, no, el tercero…. Ais. Está bien esto de recordar y hacer memoria de todo y no sé cuánto recordaré de aquí a un año. Quiero decir, hasta que no me he puesto a pensarlo no me he dado cuenta bien de lo bonitos que han sido estos días. Supongo que es lo que nos pasa a las personas. Recordar como puedo recordar de mi infancia y así. Y cuando pase el verano. Cuando vuelva a casa…sí, eso, queda nada y no sé qué voy a hacer. Qué mal. Llenar el tiempo en la habitación. Las chicas se van y es todo tan triste. Y ya nadie escribe en los blogs. Ya ves tú, qué verano. Me reía de las historias de ahporquétesigoqueriendo de los blogs, pero ahora las echo de menos. Espera que no me lea alguno del italiano ese. Moccia. Suena a frapuccino. Starbucks. Ingleses. Ella tiene la carita como inglesa sí sí. Bueno inglesa, francesa, sí. Ella estuvo hablando de Francia y lo blanquitos y delicados que son los franceses y francesas y casi le digo que ella era así. Estuve a puntísimo de decírselo. Como a algunas chicas no les gusta estar blanquitas, no sé, pero ella…jopé. Y eso, sí, que me puedo aburrir mucho en verano. Ella no se sé si se va. Claro es que no la conozco. En clase habríamos hablado como dos veces. Pero imagina que salimos o así. Sería rarísimo. Aunque con los chicos también, qué puñetas. A Marta le pasó que el chico aquel que la miraba le creía superinteresante y cuando quedaron casi no sabía ni hablar. No la conozco, no la conozco. Que sí Sandra, que han sido los días, que tú eres perfectamente normal. No sé a qué viene eso. Estos días, estos días. Pero estoy aquí y es casi el último día. Y lo de esta noche, qué mal. Me he puesto nerviosísima. Todo de pensar que tengo todo el tiempo del mundo para pensar lo que hago, y no, sólo es una semana y sólo me he dedicado a…veamos, mejor sigo, sí. No entiendo. Tuvo que haber un momento donde me empecé a fijar, ¿no? ¿En esos días no fue? Luego puede, no sé. A ver. El cuarto y el quinto que fueron… ¿Lo del Paintball iba antes? Sí, claro, y luego otra caminata de esas. Me hubiera perdido yo por ahí. Pues hubo uno de esos días que creo que no la vi casi. En la caminata estaba lejos, y el día siguiente no hicimos nada y… dios, los cruces de puertas, fueron sobretodo entonces, sí. Aquello es que era demasiado. ¿O venía de antes? Vale, pero una cosa clara: ella podría gustarme, pero…el hecho en sí…que no, que han sido días muy raros. Además las hormonas seguro que lo hacen todo más un lío. Seguro que todos tenemos un poco de bisexuales. ¿No había un estudio sobre eso? Yo no diría que es por probar, como lascivo así. No, es ella sí. Eso sí es seguro. Dios, pero cómo puede ser tan mona, argh. Cuando está leyendo ¿Te imaginas? Poder quitarle las gafas, bueno quitárselas no, pedirle si puedo limpiárselas porque están sucias y entonces cerca decirle que es guapísima y darle un beso. I kissed a girl and I liked it. ¿Y cómo lo haría? Yo, Dios que pervertida. Jij bueno. Pero no sé, supongo que primero quitaría la camisa y el sujetador. Pero despacio, ves, eso ellos no lo entienden. Y pondría la cabeza con mi pelo por toda ella y me quedaría un rato así si me dejase. Si por mí fuese, ella podría lanzarse encima de mí y sujetarme las muñecas así encima de la cabeza y que me besase como loca. Ay Dios mío. En realidad sí me gustaría un poco así, ella encima sonriendo y sin aliento. A cualquier otra no, pero a ella le dejaría que me las estrujase como quisiese. Que me besase así con pausas largas. Y ver qué cara pone, Dios, me moriría de ganas solo de verlo. Ay Dios qué pervertida. Vale, ya, ya, me centro un poco y así a ver si… En fin, toda la semana han sido cosas así, en realidad no veo qué sentido tiene ponerme a sacarlas una por una para ver si ha sido por algo. Quiero decir, si ahora podría cogerla de la muñeca y despertarla y…¿y qué? Si por mí fuera, claro. Lo voy a estropear, siempre lo estropeo todo, tonta, tonta, tonta. Todo ha sido el tercer, el cuarto, el quinto día, y todo así. Yo iba detrás de ella y no sé si aposta o…estoy hecha un lío. Casi a estas alturas no sé nada. Bueno pero lo de esta noche ha sido demasiado. Debe ser la séptima o cómo. Trasnochando pierdo la cuenta de los días. Bueno, supongo que igual con todo eso sí que he tenido razones para estar nerviosa. Tanto como nerviosa. Bueno ha sido horrible aunque cuando ha pasado todo se ha vuelto de golpe tan dulce que he llorado aún más. Hasta ahora me sienta mal. Antes era el juego aquel que hicimos que era una historia de miedo con los monitores no allí por donde empieza el monte. Y luego hicimos las hogueras entre todos, sí. Entonces estaba bien más o menos, toda la parte de la cena y beber sentados. Pero no sé qué ha pasado que yo ya llevaba un rato así callada pensando, y a ella le daba la luz del fuego y estaba muy bonita, y han empezado los fuegos artificiales, y con el ruido y la luz ha sido pensar mucho de golpe aunque sin usar palabras, y me eché a llorar. De veras no he llorado tanto desde hacía años, y ella ha venido enseguida y me ha abrazado mientras preguntaba qué me pasaba y quétepasa quétepasa abrazándome se la veía así de preocupada por mí que me he puesto a llorar aún más. Y no sé ni que he dicho para inventarme. Es todo un lío tan grande, maldita sea. Si aún me dará ahora, sí. Y aún cuando ya estaba un poco mejor ha venido y me ha dejado el Ipod, diciendo que podía escucharle las canciones suaves y tenía las canciones suaves en una carpeta. Dios, esa sonrisa. Mira, si no llego a hacer nada, seguro porque soy tan tonta, da igual porque siempre me acordaré de esa sonrisa. Juro que me acordaré siempre. Dios, me va a dar otra vez. No, no, tonta. Si me asomo un poco al balcón igual con el vientecillo se me pasa. Lo raro es que ha habido nubes muchos días y luego nada. Oh, y me lo había dejado por aquí. Dónde está, me lo había dejado por si acaso. ¿En la mesita no? Oh, sí, aquí. Es tan dulce. Las canciones cuando lo de la hoguera no las había escuchado nunca y eran todas tan bonitas. Ay, que tropiezo. Sentada aquí bien, sí. Creo que ya he pensado suficiente hoy, ¿no? Si tuviéramos un botón para desconectarnos así sin más. Lo malo es que me vuelva el sueño, yo que me desvelo enseguida. Qué vientecillo, me gusta cuando me arrastra el pelo así por el cuello. Sí, la verdad es que ahora mucho mejor. Cómo podría ponerme ahora a escuchar música, no no. Mañana escucharé un poco más, no pasa nada. La verdad es que nunca he visto un grillo, tanto que suenan. Mmm. Sí, me está dando un poco de sueño, menos mal. Claro, me exprimo tanto la cabeza. Tan lista que eres Sandra, tan lissssssta. Ais. Qué días, eh. Para lo poco que somos. Si casi ayer fue principio de curso, y flus, final. Qué mal. No quiero tener 20 o 30 y ver que no he hecho nada. Sólo quiero divertirme un poco. Y estoy aquí, es esta noche, ¿no? Quiero decir, no tengo ni 20 ni 30, tengo 15 y… pero aún así da tanto miedo equivocarse. Mmm. Todos los bichos estos de campo. Bishos. De pequeños nos vistieron de mariquita con una especie de bolsas de basura con lunares, jaja. Qué mal. Los grillos chirriaban más cuando hacía calor ¿no? Pues tampoco hace tanta. Es el vientecillo, sí. Creo que debería entrar ya, a ver si con el frío me da algo. Eso diría mamá, sí. Y mírala. Mírala, mírala. De arriba abajo, es como… las piernas, y la carita, y los pies con los calcetines de rayas de colores frotándose los dos. Me gustaría tanto. Estoy temblando creo que sólo de verla respirar. No puedo, no puedo. Qué se supone que he de hacer, despertarla y decir. Eis hola me he puesto ha pensar que tanto que he venido a decirte hola y lo bonita que eres. No puede ser así. No, pero que no puedo dormir y que si quiere hablar un rato. Pero decirle algo de eso que va, imposible. Ya. Pues como se despierte Sara también y pregunte que pasa, je. No, pero ella ni siquiera se ha interesado cuando lo de esta noche. No importa, supongo que esa suerte que tiene. Mira, mejor mañana. Debería pensar mañana lo que hago, sí o sí. De veras, sí. Sí, aquí. Tú sí me quieres almohadita. Así voy a terminar a este paso. Abrázame. Buf, no tenía tanto sueño desde hacía meses. Con suerte mañana ella me despertará. No sé si sería el momento. Creo que cuando vea su cara lo sabré. No sé. Me gusta. Dios me gusta tanto. No quiero que se vaya no Dios no.

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Koop Island Blues - Koop

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sábado, 3 de septiembre de 2011

Poder dormir


Matías no puede dormir. No puede. Son las 11 de la noche y da otra vuelta en su cama, la número veinte, la número treinta, quién sabe. Prueba a pasar un brazo por encima de la sábana, otro por debajo, luego bajo la almohada… pero no sirve de mucho. Tiene miedo al hecho de no tener sueño, a pesar de que, tal vez extraño para su edad, no cree para nada en monstruos o brujas. En esas cosas dejó de pensar hace tiempo. Tiene que ver con su padre. En la planta de abajo su padre mira el fútbol, que sólo es un pretexto para acompañarse de cerveza o vino, de los cuales bebe más que cualquier otra bebida, diariamente. De hecho hacía mucho que no le veía alegrarse por el fútbol, sólo muy lejanamente.
Piensa que su padre pronto dejará de beber. Hace ya tres años que ella ha muerto, aunque eso es mucho tiempo. Imaginaba que se acabaría aburriendo, que un vicio o lo que fuese no podía substituir a una persona, y mucho menos como su madre. Pero también era consciente de que sólo es un niño, de que en realidad no sabe qué es el alcohol como no entiende aún ciertas formas de amor. Resiguiendo los pasos de su memoria, no encuentra desde cuándo le ocurre, no sabe si hace más de un año o dos, que según meses piensa Pronto parará, y según meses lo olvida.
Enredado en sus pensamientos se da cuenta de que lleva dos cuartos de hora intentando dormir, lo cuál lo pone mucho más nervioso. Y piensa “Duérmete, duérmete, duérmete”. Da otra vuelta. Estar pensando en ello le hace siempre muy difícil dormirse. Y es que a su padre… no le gusta que él esté despierto por la noche. Aunque esté metido en la cama, siempre termina sabiendo si lo está o no.
A veces soñaba que ella vivía. Soñaba que había una explicación que en el sueño tenía lógica. Que estaba de viaje. Que se habían equivocado y era otra, que sólo estaba en el hospital y ya se había recuperado. Y la sensación le duraba incluso segundos después de despertar, antes de que todo volviera a su sitio.
En casa no hay fotos de ella. Recordaba a su padre rompiéndolas todas en cuatro trozos iguales, haciendo un montón, para terminar tirándolas a la basura. Recordar a veces le ayuda a calmarse, otras no. Aunque era pequeño entonces, recordar a su madre, intentar que no se pierda lo poco que queda en su cabeza de ella, es lo que más le ayuda.
Le es curioso como la memoria se deshace con suavidad. Lo primero que olvidó fue la nariz, que no era nada especial, ni grande ni pequeña, y toda esa zona entre los ojos y la boca. Era una boca de labios pequeños, que visualiza aún bastante bien. Y cómo hablaba; cuando hablaba era como que todo iba un poco más despacio. Los ojos no. Recordaba algunas escenas de su madre mirándole, pero no recuerda ni la forma ni el color de los ojos. Lo que más le queda es el largo cabello, y ni siquiera sabe bien si era amarillo o naranja. “Ah, y” –dice sin pensar, mientras gira sobre sí mismo otra vez. El calor de su pecho cuando le abrazaba, como una caliente esfera de color rojo. Eso era lo que más recordaba.
“Por favor, quiero dormir, quiero dormir.” Da otra vuelta.
Abre los ojos y ve la luna, blanca, que a menudo asoma por su ventana. Se siente acompañado, aliviado. Uno de sus primeros recuerdos es precisamente haberla mirado mientras esperaba con su madre a que un coche pasara. Fue un flash, tal vez ni sabía la palabra luna para entonces, pero quedó prendado para siempre. Le gusta comprobar las fases según pasan las noches. Los cambios de posición, y de color. A veces blanca y otras amarilla. Y ve en ella algo terrible, como algo dicho sin palabras. Lo ve en su capacidad para manchar toda su habitación, y toda la ciudad. De hecho la cama está muy cerca del balcón, dejando sólo sitio para la mesa; pero los dos muebles juntos ocupan la mitad del espacio de cuarto más cercana a él, como preparados para huir o caer en cualquier instante.
Inevitablemente su cabeza es un torbellino, y le ha parecido escuchar… Le ha parecido escuchar que su padre bajaba un poco el volumen. Matías se estremece, porque sabe que él nunca baja el volumen por no molestar. Quiere desechar ese tipo de pensamientos y concentrarse en dormir. Pero se choca contra el mismo muro desde hace tanto; no puede, y cada noche le parece que nunca más va a poder dormirse. Que a su cuerpo se le ha roto algo.
El primer peldaño siempre cruje. El séptimo también, pero no lo ha escuchado aún. “No por favor. No.” Hace un absurdo esfuerzo por dormirse en esos segundos, intentando respirar y pensar sólo en su respiración, pero no puede, pues sus pensamientos chillan cuando escucha el séptimo peldaño crujir.
Entonces se escucha el crujido de la puerta de la habitación abrirse.
Matías no sabe fingir que duerme. Lo ha intentado duramente en los últimos meses, viendo difícil que la rutina de su padre cambiase. Da unos pasos lentos y acerca su cara a la del chico, que intenta respirar pausadamente, pero está tiritando. Puede captar el olor del vino, tan violáceo, como una nube cálida que choca en su cara. Entonces le coge del cuello, haciendo fuerza contra el colchón.
- Te gusta llevarme la contraria eh?
Había aprendido que lo mejor era no decir nada. No valía explicarle que lo intentaba, que no quería hacer nada malo.
- Tú no sabes nada. Tú no sabes nada.
Cogiendo el pelo de Matías, movió a un lado y otro su cabeza mientras él cerraba los ojos fuertemente para tratar de no hacer nada que lo empeorase todo. Justo cuando empiezan a venirle náuseas por las sacudidas, para, y la respiración de los dos es igual de fuerte y entrecortada, a pesar de que Matías sigue sin moverse ni abrir los ojos.
Escucha un golpe seco de algo contra la mesa. Su padre da unos cuantos pasos más, tan lentos o más que los anteriores, tanto que duda si va a caerse de un momento a otro. Mientras, Matías lucha en su interior por no hacer el más mínimo ruido, hasta que él sale del cuarto, y escucha crujir el séptimo y el primer escalón.
Matías se queda tocándose el pelo, dolorido. Odia con todas sus fuerzas tener el pelo negro y desastrado como su padre, y casi ha sentido el impulso de tirarse él mismo de sus mechones. El corazón le va terriblemente rápido. Se reincorpora sobre el respaldo de la cama. No tiene absolutamente nada de sueño, ya casi le da lo mismo. Y al entreabrir los ojos ve entre sus párpados trazos de luna. Al abrirlos del todo, nota que tenía lágrimas a medio caer. Y refulgen en su vista, el blanco de la luna, y también, al brillo de esta, el morado de una botella de vino a medio acabar, dejada por su padre en la mesa de su cuarto.
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Gradación cromática
Luna [Blanco/Amarillo]
Madre[Amarillo/Naranja/Rojo]
Padre[Violeta/Negro]