viernes, 29 de octubre de 2010

4. Paseo

Estando aturdido en el sofá,
Echado, pensando en no pensar,
Las piernas sí piensan;
En echarse a andar.
El camino de baldosas
Y los buzones vacíos.

De noche todo está perfectamente azulado,
Auras edulcorantes
Con las que hasta la respiración
Resulta dulce, agitada.

Brisa suave, suave.
Yo he visto ese árbol
en algún lugar.

Las casas conservan los juguetes de niños
Que no se sabe si existieron.
De noche uno parece que los escucha,
Uno escucha muchas cosas.

De hecho, al volver,
Músicos translúcidos
Tocaban jazz en el salón.
Y aunque no estuvieran ahí,
Bailar si lo quería era un dibujo.
Siendo así, Joven da vueltas en el salón
Las manos cogiendo aire revuelto
Y tralarí tralará

Joven no sabe quién le habla,
Pero escucha con certeza:
Aquí hay gente si quieres
Si lo piensas con mucha
Mucha fuerza.

Se vuelve a echar en el sofá
Con una sonrisa extraña:
Aquí no hay tele,
Ni falta que hace.

--
Prelude en D menor - J.S.Bach

3. Llegada

Sus palabras suenan a vendedor,
y ciertamente lo es:
Vende una casa en la que vivir.
El barrio está vacío
Pero dice mangaslargas sonriente:
Tranquilo, están por venir.

Y estallando de expectativas,
Joven abraza el árbol y la farola
Y todo lo bonito de su nueva casa.
Es un día de sol y la hierba crece
Sin pinchar como allí.

Míralo todo, mira.
Así mangaslargas le va haciendo
entrar al salón con sus largos dedos.

Yo he visto ese árbol en algún lugar.
Las sombras son verdes
y el sol tan claro
que puede mirarse
directamente.

No duele mirarlo
como allí, allí.

Imagina qué bonitos atardeceres
y noches y mañanas.
Aquí. Aquí.

miércoles, 27 de octubre de 2010

2. Lo inesperado

Y en plena luna nueva,
Luna vacía, luna que no,
Apareció el hombre de mangas largas,
los dedos huesudos, largos,
casi artropódico y
de sonrisa extraña.

A través de la lluviosa ventana,
Zumbando, lanzado, golpeando con un palo
y parándose en los rincones oscuros
de la habitación.
Parando en un poste de cama
Como un águila de carroña, amable.

Y le arrastra moviendo los dedos
Como un titiritero, obvio y fugaz.
De un salto a la cama y afuera, afuera.

El hombre de las mangas largas
lo lleva a otro lugar.

Justo A tiempo

lunes, 25 de octubre de 2010

1. Lo esperable

El niño hace las preguntas que duelen al hombre adulto
Con una voz aguda y de simpleza.
¿Por qué no ponen más asientos en los trenes?
Mientras juega a pisar la línea amarilla.

El niño quiere acostarse tarde y vivir en el parque
pero sus padres tienen trabajos importantes
que sujetan los pechos del mundo.
Y duermen, seguros, en ladrillos.

En escuela sólo enseñan tonterías.
Los inventos son ahora ingeniería.

El joven tiene asuntos pendientes
Para con la madre naturaleza
y la cabeza de sus semejantes.
Por suerte hay tiempo.

Pero el joven se da cuenta
Del trabajo que requiere
Decir cosas
Y pensarlas.

Los hombres son ahora
Piedra
y tiza.

--
Bienvenidos al principio de algo.
Formspring

miércoles, 13 de octubre de 2010

Gofre

Me detuve delante de aquella tienda, dulces Nora. Sobre el cristal se exhibía un pequeño cartel. Gofres 1,20€. En A-4 impreso y una foto ruda, cruel ilusión la de los primerizos comerciantes. Jamás entendí cómo sobrevivía ese tipo de tiendas, vendiendo cosas de cinco y diez céntimos. Bollicaos y demás, ya...pero no sé. Con los años las ves cerrar, cambiar de dueños...

En el bolsillo tenía 1,45€ en cuatro monedas, y aunque hacía un tiempo ya que no apreciaba el dulce, la barriga me empezaba a doler. Había pasado dos horas con ese absurdo amigo y tener que pensar respuestas a todo me bajaba el azúcar. Sí, esto. Claro, aquello. Uno de los 5 artes de las geishas, decían.

Entré y vi que la tienda era bastante pequeña, tenía a ambos lados los pequeños cofres transparentes con chucherías de colores, y en una vitrina dulces elaborados a mano que eran más caros. Detrás del mostrador había una chica muy guapa con aspecto nórdico, y el que debía ser su novio o marido sentado a un lado, leyendo una revista. Estaba todo cachas.

Al preguntar a qué se refería el cartel, me enseñó un gofre precintado y me explicó que lo metía al microondas y luego le echaba el chocolate. Me vi decepcionado, porque esperaba que fuese natural. Tenía una voz muy dulce, y se le notaba el acento. Yo no sabía que decir.
- Te lo pongo? -preguntó.

Era un asco y casi ni tenía ganas, pero por alguna extraña razón le dije que sí, que bien. El microondas sonaba y ella canturreaba unas notas, mientras yo miraba un poco alrededor. Hacía años que no tomaba chucherías porque no me gustaba la idea de tener ese plástico en la boca. Podía hacer una excepción con la mora, porque me pierde la mora, pero jamás de los jamases un chicle. Me pareció que un momento me había mirado fugazmente. El microondas pitó y la chica sacó el gofre con una servilleta, para ponerlo en el mostrador. Al lado dejó el sobre con chocolate.

- Te caliento más? - Preguntó en su mejorable español. Se había apoyado en el mostrador y los brazos le entreapretaban los pechos. Noté mi cerebro cortocicuitarse como una placa con chips. Su novio sentado al lado, rubio también. COmo en, en...no sé. Russian teen couple hot sex. Qué me pasa.

- No, no hace falta - dije con la sonrisa de modestia.
- Te pongo el chocolate?
Me costaba entender las preguntas, como la escena de Humbert en el hotel, o cuando los nacionales me pillaron con aquello. El más joven era un cabrón. No importa. Dejé las monedas, cogí el gofre con las servilleta y la bolsita de chocolate encima y salí a la calle.


Era un día cálido para ser Octubre. Hacía días que sentía el rededor acelerado, la existencia entumecida. Tal vez me había pasado. Desde cervantes, que muchos escriben así. Y antes imagino, si no de dónde sale toda esa mitología. Hay quién dice que C. era más libre en prisión vomitando el Quijote que el resto de España. No no, españa no, castilla? Lo diría algún gilipollas. Repartí el chocolate descompensadamente, para luego apañarlo según mordía. ¿Eso estaba mal? Gerundio de posterioridad. Ah no. Para luego. Un cuadrado con un poco de chocolate. Dos vacíos más uno con mucho.

Y según caía el dulce vi a aquellos dos jóvenes sentados en el banco. Con manga larga cuando aún hacía calor, y ella unas bonitas gafas rojas. Una mujer gorda con un pantalón de extrachándal pasaba a mi derecha, mientras que unos pasos atrás un viejo con gabardina aceleraba el paso. Míralos ellos, qué bien todo. Bienamente, buenamente. Mi respiración aún estaba agitada.

Aunque no tenía ninguna razón para pensarlo, su cuchicheo alegre y la mirada pasando de una persona a otra y a mí, me hizo creer que jugaban a reírse de las personas que pasaban, como en Annie Hall. Por qué no iban a haberla visto. Ahora muchos leen, y ven pelis y todo eso. Todo subculturales ellos, que se conocen y todo, si hay suerte.

Di un mordisco en una punta al gofre. Sabía a plastico recalentado. Nisiquiera tenía ganas de eso. Asco de vida. Me di cuenta de lo gilipollas que resultaba para cualquiera que me viese, fijándome en eso. El concepto de. Gilipollas. Estaban en un apartado parque, tan bonito. Debían tener dos años menos que yo. Seguro que paseaban por la noche y luego tralarí tralará. Eran ellos, y a parte, la ciudad.

El mundo está lleno de terceros en discordia. Y lo que me fastidia no es su desgracia, sino la necedad ególatra de los otros dos. Sam, ese negrito sonriente de Casablanca, tocaba As time goes by al piano mientras que Boggart y la rubia enblanquinegrecida hacían como que sus vidas nos importan dos leches. Porque los negros no lloran, no follan. Los negritos sonríen y tocan el piano. O te cultivan algodón, si no saben. Bueno, en esas pelis nadie folla. ¿Le practicaría Lauren Bacall sexo oral? Dios, vale, vale, ya.

Me sentía absurdo al masticar, hasta por el simple hecho de caminar. Sentía una fuerte verguenza, infantil e indescriptible; me sentí aliviado cuando giré la esquina. Aún habiéndolos pasado, se me quedaba en la cabeza la imagen de esos dos. Eran una bonita pareja. Tiré el medio gofre que quedaba a la primera papelera que vi. Pensaba en ir un poco más lejos para llegar a donde las bicis comunitarias y volver a casa con una, pero se me habían quitado las ganas y me di la vuelta para llegar a pie.


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De mayor quiero ser Hal Hartley.
Formspring

lunes, 4 de octubre de 2010

Infantiloide quién.

Lo que me gusta del invierno
es dejar que entre el frío
y taparme con las mantas.

Ya escribo como ella;
ahora quiero 1200 seguidores.


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At the chime of a city clock - Lisa Hannigan (Nick Drake)